Junio de 2008: "Gozando la amistad"

Hola a todos;
el martes pasado compartimos un hermoso taller a cargo de Monica Lorenzo para seguir profundizando en nuestras relaciones.
Este mes damos un paso más y nos introduciremos en nuestros vínculos de amistad.
Compartimos a continuación un aporte teórico de lo vivido en el taller.

Todos nosotros experimentamos no sólo los conflictos sino sencillamente las confrontaciones con la gente, ya con nuestras experiencias previas. El modo en que experimentamos la autoridad depende básicamente de las heridas paternas que hemos sufrido. También las manifestaciones y miradas de las personas en quienes buscamos dedicación las veremos siempre a través de los lentes de experiencias dolorosas, es decir, las experimentamos sobre el trasfondo de nuestras heridas. Si no observamos nuestras heridas y no nos reconciliamos con ellas, inconscientemente las transmitiremos. Una ley fundamental de nuestra conducta (bien lo sabe la psicología) consiste en repetir heridas que no hemos integrado a nuestra vida, ya sea lastimando a otros o a nosotros mismos, o eligiendo situaciones que equiparan las escenas hirientes de la infancia. Sigmund Freud habla en este contexto de compulsión de repetición : si bien queremos hacerlo mejor que nuestro padre, repetimos las mismas experiencias traumáticas que nos ha causado nuestro padre. Un hombre decepcionado de su madre, adecuará inconscientemente las cosas tal que también obligue a su “esposa” a decepcionarlo en última instancia de la misma manera que él se ha sentido frustrado por su madre” (Richter 112). Muchos eligen situaciones en las cuales su pareja o su jefe, su amigo o su amiga los lastiman de la misma manera que sus padres. Una mirada en la historia nos muestra cómo las personas heridas durante su infancia actúan sus heridas con los demás durante su vida y qué consecuencias provoca. Basta con observar la vida de tiranos o de delincuentes violentos. Por regla general se trata de niños heridos que trasmiten sus heridas de manera brutal y sin embargo nunca pueden desprenderse de ellas. También existen las “víctimas inocentes” que se lastiman a sí mismas constantemente y se sienten a gusto en su papel de víctimas. Pero como víctimas a menudo también se convierten en actores. Ya que como víctimas impiden a las personas de su entorno vivir la vida que les corresponde. (Grüm, Alsem, Sanación del Alma, Ed. Bonum, Marzo de 2005)

Equipo de Encuentros Ignacianos.-