Julio de 2008: "Amarme a mí mismo para amar mejor"

Queridos amigos;
Ayer comenzamos con nuevo tema. A continuación les compartimos los puntos que nos brindó Ceci Campesi para seguir meditando durante la semana.

Equipo de Encuentros Ignacianos.

*En tu presencia buscando tu mirada……..
Tomo conciencia de la presencia de Dios en mi vida, en este momento. Dice San Juan de la Cruz: “El mirar de Dios es amor”, es esa mirada la que voy a buscar, con la que me quiero encontrar. Darme tiempo, no apurar el encuentro.

*Hago una petición al Señor
Dejar que Dios habite en nuestro tiempo para más amarnos y amar mejor a los demás.

*Para meditar y conversar con Jesús.

Texto: “El Misterio del Tiempo” (Anselm Grüm).

A través de la oración el tiempo de Dios ingresa una y otra vez en nuestro tiempo humano. El tiempo es el lugar en el que el cielo se abre sobre nosotros en el cual nos encuentra Dios y nos libera al tiempo. Se anula el tiempo sujeto a obligaciones y resplandece algo del tiempo libre, del tiempo eterno de Dios.
El tiempo sagrado nos saca de la sucesión de las horas colmadas de citas, objetivos y planes y nos permite introducirnos en el fundamento divino. Allí fluye hacia nosotros nueva vida, éste es el motivo más profundo, la renovación de nuestro tiempo.
El tiempo nos invita a cada instante a comenzar de nuevo. Venimos del pasado. Arrastramos con nosotros nuestras historias de vida. En el pasado, hemos cargado culpas sobre nosotros, pero no tenemos porqué girar en torno del pasado.
En cada momento se hace presente la magia de la novedad. El tiempo que comienza es nuevo. Debemos aprender de este tiempo intacto, puro, que también nuestra alma puede empezar de nuevo. Puede renovarse a través del Dios siempre nuevo. Si nos ofrecemos a este Dios, entonces nosotros mismos seremos nuevos. Entonces ya no nos manejará lo pasado.
Una razón por al cual muchas personas no viven en el presente es el continuo girar en torno de los propios errores. No debemos olvidar de que Dios me perdona mi culpa, entonces también yo puedo perdonarme, y arrojar confiado al pasado a los brazos de Dios. Puedo soltar lo que fue y abocarme al ahora.
Un consejo similar dan algunos monjes al citar el salmo 95: “Si oyen hoy su voz, no endurezcan su corazón” (salmo 95,7).
El momento actual es la oportunidad para regresar, para cambiar de idea, para adoptar una nueva orientación hacia Dios. En cada instante es el hoy en el que Dios desea encontrarme. Pero debo darme vuelta para encontrarlo. Si estoy atrapado en mí mismo, no percibiré a Dios.
“Así que, no se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio afán” (Mt 6,34).
Jesús nos exhorta a vivir hoy concientemente, a no preocuparnos por el ayer ni a reprocharnos los errores del pasado, como tampoco preocuparnos por el mañana. Los cristianos no deben caracterizarse por la preocupación sino por la confianza. La preocupación nunca está en el momento. Siempre ya está en el futuro. Quién confía en Dios, está libre para vivir completamente el momento y tomar parte así del hoy eterno de Dios.
Este encuentro, este “ahora”, es siempre mejor. Dios nos alcanza, llama a nuestra puerta, se revela. Este revelarse es oportunidad de salvación, encuentro amoroso del Padre. Tiempo abierto a la vida, y si es vida esta unido a lo terminado. Se trata de saber decir “Adiós” y “Hola”, de poder ver con lucidez a qué le debo decir “Adiós” y a qué le debo decir “Hola”.
“Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Noticia de Dios: “el tiempo se ha cumplido” y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva”. (Mc 1,14-15).
Hay que decirle “hola” al Reino de Dios, aceptar con fe las buenas noticias, aceptar que el tiempo pasó, que es el tiempo de Dios.

Amarnos consiste en entregarnos a ese encuentro creador, renovador, transformador. Es dejarnos alcanzar y abrazar por Dios. Es inundar nuestro tiempo con el tiempo de Dios.

Desde Dios podremos amarnos y aceptarnos, vivir profundamente, intensamente y solo desde él, nuestro amor hacia los demás será verdadero y fructífero.


*Para seguir profundizando:
¿Cómo me resuena la frase “amarme a mi mismo”?
¿Como invierto mi tiempo?
¿Dejo que Dios forme parte de mi tiempo?

*A modo de exámen y síntesis

Vuelvo a repasar aquello que sentí que Dios me dijo. Aquella frase, aquella imagen que quedó resonando en el corazón, aquel diálogo, aquella presencia.

Martes de Oración: "Gozando la Amistad"

Queridos amigos;
A continuación les compartimos los puntos ofrecidos por Gabriela Iribarren con los que rezamos el martes pasado. Jesús se nos presenta en el Evangelio muy radical al hablar del tema: " No hay amor más grande que dar la vida por los amigos".

Petición : “ Señor que aprenda a amar a la manera de Jesús”

Leo detenidamente.....

Este es mi mandamiento: “ QUE SE AMEN LOS UNOS A LOS OTROS, COMO YO LOS HE AMADO” ( Jn. 15,12)

Jesús nos ha entregado el mandamiento del amor. El amor será el fundamento de todo.
Este “como yo los he amado” hace referencia al modo concreto y al estilo de amor singular que inaugura Jesús.
En el Antiguo Testamento regían diez mandamientos, ahora esos diez mandamientos se sintetizan en un solo y único mandato. Hay que amar a Dios con el amor con que Dios nos ha amado y amarnos entre nosotros al modo de Jesús.
No solo recibimos el amor, sino también el “modo”,”la manera”, “el estilo” de ese amor.

San Pablo en la 1º Carta a los Corintios nos explica este mandamiento del Amor:

“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra en la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”
.(1º Corintios 13,1-7)

Comentario:

Ciertamente ninguna amistad se impone, se nos obliga, nos condiciona o nos coarta. Es una elección de la libertad. Los amigos mutuamente se eligen y deben saberse elegidos, el uno por el otro. La amistad no es una obligación. Es una gratuidad. Una vez que se elige se comienza a ser, no sólo un don, sino también un compromiso. Pero hasta tanto no se elige, la amistad, no se supone.

Los amigos no son –necesariamente- un vínculo de sangre. Son los lazos afectivos o espirituales los que nos unen a ellos.
Los amigos se eligen, no vienen dados como los vínculos naturales. Sin embargo, el Evangelio nos enseña que no “hay mayor amor” que éste, el de la entrega de la vida por el amigo. ¿No es mucho un amor así? La respuesta es Sí. Es demasiado un amor así. No obstante, el Evangelio lo propone. Es así de sencillo. Para Jesús no hay mayor amor.


Al terminar tú oración podrás pensar :

- en las amistades más importantes ¿ Has elegido o has sido elegido primero?
- ¿cómo vives las diferencias con tus amigos?
- ¿son riquezas que aportan o son distancias que alejan? ¿Estas dispuestos a dar algo de vos...?
- ¿que tengo yo para ofrecer a mis amigos?


Un fuerte abrazo para todos y cada uno

Equipo de encuentros Ignacianos.-