Martes 2 de Junio: Taller - Sexualidad y afectividad

Queridos amigos y compañeros de camino;
Con mucha alegria les compartimos el material que trabajamos el martes con Rubén Strina sj.
Es muy digno de leerlo, de releerlo, de meditarlo y sobre todo de confrontarlo con Dios, cara a cara, ya que pudimos comprobar que se camina más liviano cuando nos sacamos la mochila pesada que nos cargaron (algunos aún sin saberlo) en algún momento de nuestras vidas.
Fue una linda experiencia de compartir, debatir, preguntar y escuchar sobre un tema bastante "tabú" dentro de nuestros ámbitos de Iglesia y que muchas veces nos llevan a confusiones.

Si siguen leyendo, hacia abajo van a encontrar los siguientes posteos en este orden:

-Taller de afectividad - Explorando nuestra historia psicosexual.
-APRENDER A AMAR - CARD. CARLO M. MARTINI - GEORG SPORSCHILL
-La sexualidad y la intimidad
- Cuestionario - PREGUNTAS PARA LA REFLEXION Y EL COMPARTIR

Recuerden que esto es un blog y está pensado para que todos puedan participar. Al final de cada nota hay un link de "Comentarios", ahí podés escribir tus comentarios, lo que pensas y querés decir, que opinas acerca de lo que escribieron. Está bueno que puedas compartirlo.

En todo Amar y servir!

Equipo de Encuentros Ignacianos.-

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Taller de afectividad: Explorando nuestra historia psicosexual

“Porque yo sé muy bien lo que haré por Uds; les quiero dar paz y no desgracia y un porvenir lleno de esperanza -palabra de Yahvé”.
- Jeremías 29:11
Pocas dimensiones de nuestra vida parecen ser tan vulnerables a sentimientos de alienación y vergüenza, como nuestra sexualidad y nuestra búsqueda de intimidad. Y esto, por algunas razones obvias. Nuestras sensaciones sexuales son muy personales y privadas; provienen de lo que es central en nosotros como personas encarnadas. Además, como la búsqueda de intimidad sólo se da dentro de un contexto de confianza, incluye también un riesgo. Por eso no es extraño que nuestros intentos de acercamos al otro se conviertan a veces en sentimientos de "exilio emocional" más que en una reconfortante reciprocidad.
En los momentos difíciles de nuestra vida, generalmente podemos encontrar consuelo en nuestras creencias y prácticas religiosas. Pero éste no es el caso cuando se trata de la sexualidad. Por alguna razón, en este aspecto de nuestras vidas la llamada a una ética responsable puede convertirse rápidamente en una áspera y severa acusación. En lugar de ser fuente de sanación y perdón, nuestra herencia religiosa puede hacer que nos sintamos a veces avergonzados e indignos.
¿Habrá alguna manera de sobreponemos a este sentimiento de estar desterrados de nosotros mismos, de los demás y de Dios? ¿Cómo podemos conservar un auténtico sentido de responsabilidad personal sin caer en un recriminamos a nosotros mismos? ¿Cómo podemos exigir se cumplan los planes que Dios tiene para nosotros - planes de bienestar y no de destrucción?
En este capítulo queremos sugerir una manera de alcanzar estas metas escuchando con reverencia nuestra historia psicosexual. Esto exige situamos frente a nuestra vida en una actitud de aceptación propia y no de recriminación personal. Nos invita a reafirmar la intención creadora de Dios que en primer lugar nos hizo el regalo de la sexualidad.


NUESTRA HISTORIA PSICOSEXUAL

Nuestras vidas encierran muchas historias. Tenemos una historia familiar, una historia educacional, una historia de fe y una historia de la salud. Tenemos también una historia del trabajo, una historia de las crisis y una historia de la creatividad.
Tenemos también una historia psicosexual. Esta dimensión de nuestra historia personal engloba una misteriosa convergencia de circunstancias, acontecimientos, experiencias y opciones que nos han hecho llegar al nivel actual de integración o sufrimiento. Nuestra historia psicosexual contiene todos los momentos de crecimiento, excitación, descubrimiento, dolor, lucha y cuestionamiento en nuestra vida de relación. Es la historia de nuestro ir creciendo - nuestro viaje hacia la amistad y la comunión humana. Es la historia de nuestro despertar físico y emocional, de nuestros anhelos y fantasías, de nuestros sentimientos elevados y nuestros corazones quebrantados, de nuestros deseos y dependencias; nuestras luchas con la vergüenza y nuestro abrimos paso hacia la reciprocidad.
Cada uno de nosotros crece con el deseo de conectarse: encontrar seguridad, alimento y protección cuando niños descubrir compañeros de juego y amigos, cuando estamos en el colegio escoger un camino en la vida que incluya a la persona significativa o personas que serán nuestros compañeros. Esta gente llega a ser parte vital de la manera como caminamos a lo largo del tiempo. Algunos, como nuestra familia, quizá formarán parte de un modo u otro, de todo nuestro peregrinar. Otros entran en nuestra historia en ciertos momentos significativos como compañeros de clase, amigos, compañeros de trabajo, colegas o enamorados, y después desaparecen. Sin embargo, hay otros- sólo unos cuantos generalmente - que permanecen de alguna manera ligados a nosotros a través de las etapas más importantes de nuestro crecimiento y transformación. Son, en la vida, los verdaderos compañeros, los "otros significativos" que conocen nuestro corazón y nos aman tanto en nuestras debilidades como en nuestros aciertos.


LA IMPORTANCIA DE NUESTRA HISTORIA PSICOSEXUAL

¿Qué tiene que ver nuestra historia psicosexual con un sano desarrollo? ¿Por qué tendríamos que gastar tiempo investigando estos recuerdos y mensajes? ¿Cómo nos puede ayudar esto para llegar a integramos más en nuestra vida de relación?
La respuesta a estas preguntas tiene que ver con la importancia del conocimiento propio y la aceptación del Yo en nuestro camino hacia la integración. Nos demos cuenta o no, nuestra historia psicosexual y de relación, ejerce una poderosa influencia en nuestra autoestima. Y a su vez, nuestra valoración personal afecta nuestra capacidad para la amistad, nuestro estilo de actuar con otros y nuestra manera de relacionamos con Dios.
Nuestra historia psicosexual es como un "banco de recuerdos" sentimental que conserva desde los primeros momentos de la vida, todos los acontecimientos y experiencias referentes a nuestro desarrollo relacional. Sus datos se guardan tanto en la zona consciente como inconsciente de nuestra mente. Esta corriente vital de experiencia también está calcada en nuestro ser físico como “cuerpo de memorias".
El hecho de sentimos más cómodos con nuestra historia psicosexual marca la diferencia entre una toma de conciencia responsable y la negación psíquica, entre vivir en la luz o esconderse en la oscuridad. Cuando conocemos nuestra historia, podemos comenzar a sanear nuestro pasado, abrazar nuestro presente y delinear nuestro futuro. Con Celie y Shug como modelos de coraje y honestidad, invitamos a nuestros lectores a iniciar un viaje de remembranzas y reflexión, una tranquila incursión en el mundo de la comprensión y sanación.

Vamos a examinar cuatro tareas importantes que tienen relación con nuestra historia psicosexual: (l) acercándonos a nuestra historia con reverencia, (2) escuchando con confianza nuestra historia, (3) nombrando los mensajes en nuestra historia psicosexual, (4) imaginando o reinterpretando nuestra historia psicosexual, reconciliada y con esperanza.

1.- ACERCÁNDONOS CON REVERENCIA A NUESTRA HISTORIA PSICOSEXUAL

Nuestra sexualidad está muy cerca de la esencia de nuestro ser. De modo misterioso, da forma a nuestra identidad de seres humanos y comunica algo de la manera como cada uno de nosotros es Imago Dei - imagen de un Dios que es creador y nos ama. Quizá por eso tenemos la experiencia de que nuestros sentimientos y recuerdos sexuales son algo profundamente personales y privados. Quizá por eso nos preocupamos de guardados en nuestro corazón con tanto cuidado y protección.
La voluntad de dedicar tiempo a reflexionar sobre nuestra historia psicosexual es en sí misma una actitud que expresa coraje y apertura. Entrar en este proceso de reflexión tiene sus riesgos. Algunos de nuestros recuerdos serán cálidos y reconfortantes, emocionantes y nos reafirmarán, quizá estarán hasta envueltos en fantasías y añoranzas. Pero hay otros que nos traerán a la memoria el dolor punzante del rechazo, fracaso o traición. Probablemente tendremos que hacer frente a nuestro crecimiento aún incompleto, nuestro dolor no superado, nuestros temores sin nombrar y nuestros prolongados sentimientos de culpabilidad.
Por lo tanto, más importante que el coraje y la honradez, es la actitud de reverencia, la voluntad de tratar con ternura nuestra experiencia del pasado y nuestro ser del presente. Cuando reflexionamos sobre nuestra historia psicosexual, estamos transitando por un camino paradójico de esperanza y dolor, de fortaleza y necesidad, de generosidad y egoísmo, de amor y quebranto. Estamos pisando no sólo la tierra firme del éxtasis sino también el suelo frágil de los sueños no realizados y los recuerdos que duelen. Y lo más importante, estamos pisando la "tierra sagrada" donde Dios ha sembrado planes de amor. Queremos sugerir unas pautas sencillas para acercamos a nuestra historia psicosexual: Escucha tu historia con apertura y honradez. Pero no juzgues tu historia. No pongas etiquetas negativas a tu pasado porque lo vas a" golpear". Si se le somete a juicios duros, no será capaz de revelarse a sí mismo como un camino con Dios.


2-ESCUCHANDO CON CONFIANZA NUESTRA HISTORIA PSICOSEXUAL

Es posible que nuestra historia no sea tan traumática pero no es menos importante y significativa. Nuestra comprensión puede no ser tan llena de colorido sin embargo podemos confiar en la sabiduría de nuestro corazón.
Cada una de nuestras historias es una aventura privilegiada por un camino desconocido, un encuentro a veces doloroso, otros gozosos, con las fuerzas del amor y del odio, de la aceptación y del rechazo, de la confianza y de la traición. Nuestra historia psicosexual es una de las maneras como descubrimos" algo de las cosas mejores que Dios hizo".
¿Qué significa escuchar nuestra historia psicosexual? ¿Qué es esto en la práctica? ¿Cómo podemos traer a la memoria nuestros recuerdos y comenzar a verlos como parte de nuestro camino hacia la integración?
El escuchar se presenta con diferentes niveles de intensidad. Pero antes de ser algo del todo consciente, primero es una actitud del corazón - una voluntad de ser "receptivos a la verdad". Escuchar es una postura abierta a nuestra vida y a nuestra experiencia. En este caso es un abrirnos a nuestros recuerdos sexuales y a los acontecimientos y relaciones que han dado forma a nuestra búsqueda de amor.
No es una casualidad que el Shemall Israel- el gran mandamiento del amor que todo judío debía "guardar en su corazón" (Dt.6:4-6) - empiece con un único y dramático mandato: Escuchen!! El amor comienza y termina escuchando. Así también sucede con la comprensión y sanación de nuestros recuerdos relacionales. Nuestro crecimiento e integración incluyen nuestra voluntad de volver atrás a esa postura de atención.
Además de la actitud reverente, sin juicios, que mencionamos antes, también recomendamos que la gente empiece por escuchar su historia psicosexual en actitud de oración. Nuestras vidas son misterios que evaden siempre nuestros intentos de categorizarlos. Descubrimos que nuestro origen y nuestro destino es un amor que supera nuestra capacidad de comprensión. En cierto modo, cada uno de nosotros puede hacer suyas las palabras de Jesús: "Yo vine de Dios y he venido al mundo. Ahora dejo el mundo y vuelvo a Dios" (1n.16:28). Vivir y amar es lo que hacemos mientras venimos de Dios y volvemos a Dios. La manera más provechosa de tener acceso a nuestra historia, es en la presencia de Dios que es nuestro principio y nuestro fin.
En la práctica, escuchar nuestra historia psicosexual significa darnos tiempo para recordar. Probablemente al comienzo supondrá un tiempo para estar a solas con nosotros mismos, un tiempo para estar tranquilos y dejar que el silencio nos hable, tiempo para dejar que los recuerdos comiencen a aflorar y jueguen alrededor de los límites de nuestra conciencia, tiempo para dar un paseo o encender una vela y sentarse, tiempo para gastarlo anotando nuestras memorias, llevando el diario de nuestras percepciones o, si tenemos vena artística, recogiendo en unos pocos trazos algunas escenas del pasado.
Nos encontramos con mucha gente que dice conservar pocos o quizá ningún recuerdo de sus sensaciones sexuales o experiencias de la niñez. Se sorprenden con frecuencia al descubrir que cuando su actitud es receptiva y acogedora, esas imágenes y memorias comienzan a aflorar en la conciencia.
Escuchar nuestra historia psicosexual incluye también asumir el riesgo de hacer preguntas. Significa hablar con nuestros padres de la relación entre ellos y de los recuerdos que tienen de nuestro nacimiento y niñez; incluye el deseo de examinar las actitudes y los mensajes que percibíamos en nuestra familia sobre la sexualidad. Podría significar las conversaciones con nuestros hermanos y hermanas o con otros familiares sobre experiencias compartidas en nuestro pasado o primeros años de vida.
Quizá en algún momento nos podría parecer útil escribir nuestra historia psicosexual para nuestro uso y compartirla con nuestro cónyuge, un amigo íntimo, un director espiritual o consejero. Cuando organizamos retiros sobre el tema de la sexualidad humana, con frecuencia invitamos a los participantes a empezar compartiendo su historia personal al nivel en que se sientan cómodos - en un grupo pequeño. Escuchar nuestra propia historia y compartida con gente en quien podemos confiar, puede ser una experiencia fuerte de crecimiento y sanación. A lo largo de este texto hemos ido intercalando preguntas y ejercicios para la reflexión. Pueden servir como punto de partida para escuchar e investigar nuestra historia psicosexual.

3- NOMBRANDO NUESTROS MENSAJES

Nuestras actitudes en cuanto a nuestra sexualidad se forman y configuran por las experiencias, acontecimientos y personas en nuestra vida. Nuestros primeros encuentros con la energía sexual - manera como nos cargan, nos alimentan o nos bañan en la infancia, o quizá nuestras tempranas experiencias de búsqueda de placer siendo niños - todo esto puede tener un impacto que perdura en la manera como nos sentimos acerca de nuestro cuerpo y de nuestro ser sexual. Estas primeras experiencias no son sólo excitaciones corporales o respuestas biológicas; son acontecimientos emocionales que se graban profundamente en nuestra conciencia. Van acompañados de interpretaciones, incorporadas en su estructura, que brotan de nuestro descubrimiento espontáneo o de la postura psíquica que adoptan los que nos cuidan. De ahí que estas experiencias funcionen como fuentes tempranas del celebrar o avergonzarse, del valorar o humillar, del afirmar o negar.
Estas tempranas experiencias corporales unidas a su "envoltura" emocional, ayudan a crear nuestra primera "visión del mundo" - el conjunto de nuestras suposiciones y expectativas no verbales en tomo a la vida y al amor. Muchos de nosotros llegamos a la etapa de la niñez y adolescencia con una interpretación implícita, por lo general no formulada, del misterio de "la cigüeña” y del sexo. Para muchos, estas actitudes juveniles se toman explícitas cuando entramos a la etapa de las relaciones con personas cuyo pasado y escala de valores es distinta a la nuestra. Aunque seamos del todo consciente o no de ello, cada uno de nosotros lleva muy dentro los mensajes que ha interiorizado del significado y misterio que encierra la sexualidad.
Uno de los pasos más importantes hacia la integración psico-sexual es nuestra habilidad para nombrar estos mensajes. Es nuestro punto de partida para adentramos en el conocimiento propio, es nuestra primera iniciativa para reverenciar nuestra propia verdad. Nombrar nuestros mensajes es simplemente otra manera de llegar a conocer nuestra historia psicosexual.
Estas suposiciones sobre la sexualidad, expresadas en forma verbal, son parte de un conjunto más amplio de significados a los que nos podemos referir como "mensajes centrales de vida". A una edad que sorprende por lo temprana, cuando nuestras "antenas" emocionales y psíquicas son extraordinariamente sensibles, sintonizamos e internalizamos estos mensajes que nos llegan de nuestros padres, de los que nos cuidan, y de nuestra familia de origen. Los heredamos de nuestros compañeros de clase, profesores, y otras personas con autoridad.
Algunos de estos mensajes centrales son claros y explícitos. Podríamos recordar por ejemplo, y desde su lado negativo, que nuestros padres nos decían con frecuencia que éramos "estúpidos" o que "nunca valdríamos nada". Hay otros que no es necesario expresarlos verbalmente pero son aún más significativos por el impacto que nos producen. A lo mejor fuimos alguna vez objeto de abuso físico y sexual. Este hecho pudo haber sido revelado o no en palabras, pero reclama a voces ser reconocido. Es un mensaje que ha quemado por dentro nuestro cuerpo para siempre, y agostado nuestras emociones de suya lastimada.
Si tuvimos la suerte de venir de una familia suficientemente sana, habríamos heredado algunos mensajes que reafirmaron el amor y la aceptación... Llevaríamos todavía por dentro esas afirmaciones que intemalizamos como parte de nuestro sentido del valor personal. Recordaríamos las muchas ocasiones en que nuestros padres y los que nos cuidaban nos trataban con cariño, incluso cuando nos portábamos mal o estábamos de mal genio. Recordaríamos las innumerables veces que nos decían que nos querían y alababan los esfuerzos que hacíamos por aprender.
No son sólo nuestros padres y los que nos crían los que nos transmiten mensajes.
Nuestra cultura y nuestros semejantes influyen también profundamente en nuestras actitudes y nuestra percepción de la sexualidad. En particular, no se puede sobrevalorar el impacto de nuestra herencia religiosa.
Cuando dirigimos retiros de fin de semana sobre la intimidad y relaciones humanas, generalmente invitamos a los participantes a dedicar tiempo para recordar y nombrar algunos mensajes que internalizaron sobre la sexualidad. Por lo general escuchamos este tipo de respuestas:
*Nuestra familia sencillamente no hablaba del sexo. El mensaje era que el tema es tabú - lo que es, por cierto, un mensaje muy significativo
*"La Iglesia me dio mensajes muy confusos sobre la sexualidad. Parecía que estuvieran diciendo: el sexo es sucio; guárdalo para alguien que ames."
*"Mis padres eran personas encantadoras pero no demostraban afecto entre ellos o hacia nosotros. No me los podía imaginar teniendo relaciones sexuales."
*"Cada vez que salía con un chico, mi madre me recordaba que la chica tenía que controlarse - los chicos no tienen más remedio. El mensaje que recibí fue que los chicos eran sexuales y las chicas no."
*"En octavo grado, el pastor llevó a los chicos a un salón y la Hermana llevó a las chicas a otro para damos la "charla sobre el sexo". Fue una manera bastante fea de acercamos a la sexualidad. Parecía que fuera un secreto que no era delicado mencionar en grupos mixtos."

En las últimas décadas, hay señales de que la Iglesia católica y otras denominaciones cristianas, están dando pasos positivos para reafirmar la bondad de la sexualidad humana. Pero como lo demuestran los mensajes que hemos trascrito, éste no ha sido siempre el caso. Nuestras tradiciones religiosas no nos han dado una impresión consistente de que la sexualidad es, en palabras de Shug, ( personaje de la novela Color Purpura de Alice Walter) "la mejor de las cosas que Dios hizo". Muchos de nosotros se sorprenderán, al menos un poco, al saber que "Dios no piensa que es algo sucio" o que "Dios ama sobremanera estas sensaciones"
Nuestra habilidad para nombrar los mensajes heredados de nuestro entorno familiar, y nuestra formación religiosa, es un paso importante hacia la integración psicosexual. Ayudan a conocer nuestra verdad interior y nos proporcionan las herramientas necesarias para comenzar a reinterpretar de forma reflexiva e intencionada estos mensajes.

4- REINTERPRETANDO NUESTROS MENSAJES SEXUALES

En la vida de Celie ( protagonista de la novela antes citada) hubo un penoso ciclo de abusos, traumas y opresión. Pero dentro de Celie, en lo profundo de su corazón, había también un impulso innato de buscar vida y sanación. Esta energía para sanar era mucho más poderosa que las propias fuerzas de destrucción que habían dominado su vida tanto tiempo.
Cada uno de nosotros nace con este instinto de vida, con este anhelo de lograr la integridad. Por muy frágiles o vulnerables que sean las personas, siempre tienen sorprendentes recursos que les permiten reaccionar (recilencia). Nuestros cuerpos tienen una capacidad innata para responder rápidamente a los traumas físicos. Después de una herida, de inmediato responden con sustancias coagulantes que cortan la hemorragia. Combaten las infecciones y estabilizan el shock que producen en nuestro sistema inmunológico. En un momento dado, nuestros cuerpos forman una costra protectora que a su vez se convierte en cicatriz. Nuestras cicatrices son de alguna manera "condecoraciones al valor" - símbolos de la fuerza y resistencia de nuestro cuerpo.
Este esfuerzo por lograr la sanación es operativo al interior de nuestras vidas.
Nuestra inteligencia puede comenzar a re interpretar el sentido de la vida desde nuevas fuentes de información y desde nuevas intuiciones. Nuestra psique puede atravesar nuestras ilusiones y negaciones, nuestros patrones de pensamiento autodestructivos, y encontrar alternativas más creadoras. Nuestras emociones, aun si están desgastadas o han sufrido daño, pueden ser rescatadas y reafirmadas. La visión negativa o basada en la vergüenza acerca de nuestra sexualidad, puede ser reemplazada poco a poco por una postura más positiva que reafirme la vida. Nuestros traumas y fracasos sexuales pueden alcanzar, a largo plazo, algún nivel de sanación.
Este camino hacia la sanación y la integridad no es fácil. No se recorre sin una intención consciente y mucho esfuerzo personal. Ni tampoco se da solo. Quizá lo más llamativo en el desafío de Celie para volver a imaginar o re interpretar su ser y su vida, es el papel que desempeña Shug como amiga y consejera. Shug es la compañera que invita a Celie a enfrentarse con su historia, a nombrar sus sufrimientos, a reconocer los mensajes que dieron forma a su vida. Ninguno de nosotros puede cambiar su pasado, pero puede encontrar maneras de sanarlo y desde éste crecer. No podemos borrar los acontecimientos que tuvieron lugar en nuestra vida, pero podemos volver a imaginamos el sentido y la fuerza que les atribuimos.
Aunque nadie puede volver atrás y lograr un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar ahora y lograr un nuevo final.
En la novela de Alice Walker, Shug ayuda a Celie para que inicie este proceso de redescubrimiento y recuperación. Además de amiga y consejera, es también la persona delicada y a veces juguetona que la invita a confrontar. Reta a Celie a reinterpretar, a volver a examinar sus suposiciones y expectativas y decidir después cómo quiere rehacer su futuro.
Shug es una metáfora para los que entran en nuestras vidas como guías que sanan o como amigos. Estas personas son un regalo que no esperábamos. Nos recuerdan el amor incondicional de un Dios que vive en medio de nosotros. ¿Quiénes son los Shug en nuestras vidas? ¿Quiénes son los amigos, los maestros, los colegas, los consejeros, los seres queridos que nos ayudaron a poner nombre a nuestra historia, que nos invitaron a ser sanados y nos abrieron horizontes nuevos?
Cualquiera que sea, Dios nos ha dado estas personas como parte de un plan de amor. Un plan para nuestro bienestar y no para nuestro mal. Un plan para nuestra plenitud relacional. Un plan para damos un futuro de esperanza.

APRENDER A AMAR

CARD. CARLO M. MARTINI - GEORG SPORSCHILL. Del libro "Coloquios Nocturnos en Jerusalén". Sobre el riesgo de la fe. Ed. San Pablo 2008 pag. 139 ss

¿Cuál es su visión personal acerca de estas cuestiones de la sexualidad? ¿Puede ayudar usted como teólogo ofreciendo una orientación?

Para mí reviste una importancia fundamental el hecho de que la entrega es la clave del amor. El hombre está llamado a ir más allá de sí mismo. Eso significa existir para otros y estar en dependencia de ellos. Pero la entrega tiene que ver también con la trascendencia. En ella podemos ascender de un nivel dado a otro más elevado. El amor matrimonial lleva ínsita una diná­mica que parte de lo animal y de la reproducción de la especie, pero esa dinámica tiene una meta. La trascendencia pasa por la amistad y la relación de pareja, por la protección del débil, por la educación, hasta llegar el reino de Dios. En la entrega, los hombres se abren a Dios. Hacia esa meta tendemos nosotros en el encuentro corporal. Mirar hacia esa meta es más importante que preguntar si se trata de algo permitido o de un pecado. La sexualidad tiene una dinámica que no te deja satisfecho con lo que has alcanzado. Te destruyes y destruyes la relación si te quedas donde estás.
Pablo se refiere a la trascendencia en el encuentro, al crecimiento del amor corporal y espiritual cuando dice: el cuerpo no está para la fornicación, sino para Jesucristo.

Viendo cómo viven los jóvenes hoy en día la sexualidad, ¿cómo puede la Iglesia entrar en diálogo con ellos sobre ese punto? ¿Qué debería acentuar? ¿A qué debería hacer referencia?

En comparación con la época de mi juventud, el mundo de hoy es totalmente distinto: por lo menos, es más sincero y abierto. Antes no se quería casi ni hablar del tema de la sexualidad: se lo reservaba para el confesionario y para el ámbito de la culpa. Primariamente no es ese el ámbito al que pertenece; sólo secundariamente corresponde tratarlo allí cuando realmente se trata de culpabilidad y de problemas. Hoy me encuentro con una gran naturalidad y libertad de prejuicios. En esta convivencia de padres, hijos e hijas, de adultos y niños, veo una gran oportunidad para una sexualidad sana y humana.
La misma comienza en la responsabilidad conscien­te por el niño. ¿Puedo responder del hecho de traer un niño al mundo o no traerlo? Sobre eso reflexionan los jóvenes y hablan con personas de su confianza. Ningún obispo ni sacerdote ignora hoy que se da la cercanía corporal de los hombres antes del matrimo­nio. Aquí tenemos que cambiar de mentalidad si es que queremos proteger la familia y promover la fide­lidad matrimonial. Con ilusiones o prohibiciones no se puede ganar nada. Entre mis amigos y conocidos he podido ver cómo los jóvenes salen de vacaciones y duermen juntos en una misma habitación. A nadie se le ocurría ocultarlo o plantear problemas al respecto. ¿Debería yo decir algo? Es difícil. No puedo entenderlo todo, aun cuando percibo que, tal vez, en este punto está surgiendo un nuevo respeto mutuo, un aprender unos de otros y una convivencia más intensa de las generaciones. Esto hace felices a los jóvenes y a los mayores y no desatiende ni a unos ni a otros en sus preguntas sobre el amor y la soledad. Yo quiero acompañar este desarrollo con benevolencia, formulando preguntas y con oración. Creo que no es tiempo de intentar dar en este punto respuestas de validez general. Siempre traigo a colación un principio pastoral o psicológico fundamental: las respuestas sólo caen en terreno fértil si antes se ha puesto sobre la mesa una pregunta, si antes he obser­vado o he escuchado. Especialmente en estas cuestio­nes tan profundamente humanas como la sexualidad y la corporalidad no se trata de recetas, sino de caminos que comienzan en el hombre y que conducen hacia delante. Un célebre médico dijo una vez que mucha gente en este campo sufre de una «ignorancia inocente». No podemos exigir de los niños y jóvenes todo lo que sería ideal. Poco a poco encontrarán su camino. Los caminos no pueden dictarse desde arriba, desde escritorios o púlpitos. La conducción de la Iglesia se sentirá liberada de una carga si presta oídos a la juventud y confía en el diálogo con ella. Lo decisivo es que promovamos a los cristianos en su capacidad individual de juicio.
Pero, en última instancia, la Iglesia puede y debe invocar la Biblia. En afirmaciones sobre la sexualidad, la Biblia se limita de forma llamativa. Frente al adulterio marca una línea clara. Está absolutamente prohibido irrumpir en el matrimonio ajeno. La Biblia es también muy clara cuando se trata de violencia contra las mujeres. Está prohibida. Jesús coloca en el centro a los niños y a todos los que necesitan pro­tección. En el trato con ellos se muestra qué niveles de humanidad tiene una sociedad. Pero, más allá de estas líneas claras que la Biblia traza, se nos remite a la propia responsabilidad y al discernimiento de los espíritus.
No debemos perder de vista que, a pesar de todo, en la Iglesia se ha dado un desarrollo positivo en la comprensión de la sexualidad. Antes se la veía de modo muy restringido, orientada exclusivamente a la procreación. Los moralistas hablaban del finis pvimarius, del fin primario de la sexualidad. También el concilio Vaticano II creó un horizonte mucho más vasto y atribuyó conscientemente la misma importancia a la vida de pareja y al amor mutuo de los conyugues.

¿Qué debe aprender la Iglesia de todo esto?

La Iglesia debe trabajar en el desarrollo de una nueva cultura de la sexualidad y de la relación. Tiene que hacerlo también como una aportación a un profundo problema: en los países occidentales, uno de cada dos o tres matrimonios termina divorciado. No debería­mos culpabilizar a determinadas personas. En cam­bio, sí podemos y deberíamos desarrollar una nueva cultura que promueva la ternura y la fidelidad. Sólo en un mundo semejante podrán los niños ser niños y crecer felices.
Esa cultura implica también la crítica a la comer­cialización de la sexualidad, que halla acceso a los cuartos de estar de todas las casas por medios que van desde la propaganda hasta la pornografía. De ese modo se amenaza el misterio del amor, y las relaciones pierden su tensión. Antes hablábamos del respeto en el trato con los demás y con el propio cuerpo. En la formación en el noviciado se nos hablaba mucho del respeto como virtud general, que incluía el trato recíproco, la discreción y la reserva. Aun cuando esta palabra resulte pasada de moda, hoy adquiere una nueva crítica actualidad. El respeto toca también la sexualidad y tiene que ver de forma inmediata con la dignidad del ser humano. Yo quisiera agregar de todos modos esta provocación a la reflexión.

El deseo de que el magisterio diga algo positivo sobre la sexualidad es justificado. En otros tiempos hubo tal vez demasiados pronunciamientos oficiales de la Iglesia en el ámbito del sexto mandamiento. A veces hubiese sido mejor guardar silencio.
El amor toca a los hombres de manera inmediata: ­no se los puede excluir de la búsqueda de una respuesta y de un camino. Pensemos en el episodio bíblico en el que los escribas arrastran a una mujer adúltera a la presencia de Jesús y le preguntan si hay que ape­drearla. Jesús no responde a la pregunta, sino que juz­ga a los mismos escribas porque han convertido a esa mujer en un objeto y no la han escuchado. Además, el varón implicado en el adulterio no estaba presente. En cualquier caso, la Iglesia debería tratar las cuestiones de la sexualidad y de la familia de tal modo que la responsabilidad de los que aman desempeñe un papel protagonista y decisivo. Con independencia de lo que la Iglesia pueda decir, lo que diga tendría que apoyarse en muchas espaldas: las de los cristianos adultos que quieren ser respetuosos en el amor.

La sexualidad y la intimidad

Escrito por Wilkie Au y Noreen Cannon

Nuestros esfuerzos por amamos no pueden excluir a la sexualidad, nuestro yo encamado. Una espiritualidad que niegue al cuerpo, como si no tuviera importancia alguna en la vida del amor a Dios y a los demás, da lugar a una división que acaba por mutilar nuestro crecimiento espiritual. Igualmente dañinas son las actitudes que oponen el cuerpo al espíritu, fomentando la convicción de que la sensualidad y la sexualidad son actitudes anticristianas e incluso pecaminosas. Lejos de eso, una espiritualidad cristiana global considera que la sexualidad está intrínsecamente relacionada con nuestra capacidad para amar porque nuestra relación con el prójimo se lleva a cabo en calidad de personas corpóreas y tiene lugar entre seres sexuales.

Muchos de cuantos crecimos en ambientes que cultivaban el temor a la sexualidad por tratarse de algo "sucio" o "reprobable," nos acercamos al mundo de la sexualidad como si fuera algo que no tuviera nada que ver con nosotros. A menudo nuestra sexualidad está confinada a la sombra, donde se ve rechazada y condenada al exilio, lo que hace que nuestros corazones se enfríen y resulte imposible una entrega generosa y gozosa.

Toda la cuestión de la sexualidad está rodeada de ansiedad, prejuicios, culpa y una absoluta ignorancia, hasta el punto de que tenemos que acordamos una y otra vez del verdadero sentido de la encarnación, esto es, que Dios se hizo carne para ser uno con nosotros. Cristo, la Palabra hecha carne, estableció su hogar en el cuerpo humano, "puso su carpa entre nosotros", que también es para nosotros nuestro hogar. Cuando negamos la bondad de nuestros cuerpos, estamos rechazando a Dios, que escogió tener un cuerpo. Aunque la sexualidad de Jesús no se menciona de forma explícita en los Evangelios, no debemos pensar por ello que Jesús no fue tan humano como nosotros o que fue un ser asexuado, con mayor proporción de espíritu que de cuerpo. Por el contrario, el retrato que tenemos de Jesús a través de los Evangelios refleja la figura de un hombre cuya sexualidad irradiaba hacia los demás, incorporándolos en una vinculación íntima con su persona. Con frecuencia, movido por la compasión, se acercaba espontáneamente a tocarles (Mc 1, 42), a darles de comer (Mc 6, 30-34), o los abrazaba (Mc 10, 16) dando muestras de un amor tan grande que necesitaba ser expresado más allá de las palabras, con todo el cuerpo.

Como seguidores de Jesús, la sexualidad tiene una importancia central en nuestro viaje hacia la integración y la santidad. Tan sólo cuando nos sintamos en casa en nuestro cuerpo, aceptando la gracia que supone sabemos seres sexuales, seremos capaces de abordar libre y confiadamente las relaciones y compromisos que acompañan a la vivencia del amor.


PREGUNTAS PARA LA REFLEXION Y EL COMPARTIR

Estas preguntas son una manera de ponerte en contacto con tu propia historia sicosexual[1], de descubrir lo que en ti necesita crecer más o sanar: No pienses que tienes que responder a todas, sino detenerte en aquellas que al escucharla te produzca algún tipo atracción, resonancia corpórea inquietud, curiosidad…
También puedes desear reflexionar sobre ellas en otras ocasiones. Puede parecerte útil destinar algún tiempo para hacerlos dentro de tu oración, para anotar tus respuestas en tu diario, o compartirlas con un amigo cercano o persona significativa.

PRENATAL

l. ¿.Qué sabes acerca de las circunstancias del embarazo de tu madre cuando te esperaba a ti? ¡.Cómo era entonces su salud física y emocional? ¿Fumaba, bebía alcohol o consumía drogas durante el embarazo? ¿Cuánto tiempo transcurrió desde que tuvo el último hijo hasta que estuvo embarazada de ti? ¿Qué apoyo sistemático tuvo?

2. ¿Cómo pasaba el tiempo tu madre, mientras estaba embarazada de ti? ¿Cual era el nivel de estabilidad emocional a su alrededor en ese tiempo? ¿Quién más vivía en la casa? ¿A qué se hubiera parecido el ser un bebé en sus entrañas?

3. ¿Qué sabes del trabajo de parto de tu madre y del momento en que te dio a luz? ¿Dónde naciste? ¿Quién estuvo presente en tu alumbramiento? ¿Hubo algunas complicaciones? ¿Has escuchado alguna vez la historia de tu nacimiento?

4. ¿Qué preguntas tienes sobre tu propia experiencia prenatal?

5. ¿Cómo crees que te han afectado tus experiencias prenatales? ¿Descubres alguna relación entre: Las experiencias de tu madre cuando estaba embarazada y tu nivel de autoestima actual? ¿Sentido de pertenencia? ¿Grado de tranquilidad interior o ansiedad? ¿Derecho a estar aquí?

NIÑEZ

1. ¿Qué recuerdos "del cuerpo", qué historias o imágenes tienes de la manera como te cargaban, te alimentaban, te cuidaban, cuando eras bebé? ¿Qué relación encuentras entre estas experiencias tempranas y el grado de bienestar que te produce al presente el contacto corporal? al dar y recibir afecto? al sentirte necesitado físicamente o a gusto psíquicamente?

2. ¿Qué fotografias has visto de cuando eras bebé? ¿Cuál piensas/sientes que fue tu experiencia como bebé? o ¿qué significaba ser un bebé en tu familia, cuando tú naciste?

3. ¿Qué recuerdas de tus experiencias cuando jugabas? de tus compañeros? juguetes preferidos? juegos? ¿Cómo se relacionan éstas actualmente, con tu interés por las personas diversiones?

4. ¿ "Qué recuerdos tienes sobre el procurarte placer? (masturbación)

5. ¿Hubo algún trauma durante tu niñez? abuso sexual? ¿Fuiste "sorprendido" en algún juego sexual o exploración del cuerpo? algún castigo relacionado con la conducta sexual?

6. ¿Qué recuerdas o qué se te ha dicho para ir comprendiendo tu identidad de género (masculinidad o femineidad)? ¿Cómo se valoraba a los chicos y chicas en tu familia? se les trataba de diferente manera? ¿Cuáles eran las reglas de la familia para la "conducta del chico" y "conducta de la chica"?

7. ¿Cuándo niño, qué mensajes recibiste de tus padres acerca del sexo y la sexualidad? de tus hermanos? amigos? de la Iglesia? la escuela? ¿Qué efecto tuvieron entonces esos mensajes? y ahora? cuáles te ayudaron? cuáles no te ayudaron?

8. ¿Cómo crees que se expresan hoy tus experiencias de la niñez sobre la sexualidad en tu:
• grado de bienestar corporal y autoestima?
• sensaciones de despertar sexual?
• "conversación intima" sobre tu sexualidad?
• maneras de intentar conectarte con otros, como hombre o como mujer?
• grado y tipo de culpabilidad sexual? malestar? bienestar?

ADOLESCENCIA

l. ¿Cuáles son los recuerdos de tus años de adolescencia que brotan espontáneamente en ti? Tómate un tiempo para volver atrás a tus años de secundaria o a otras cosas dignas de recordar. ¿Qué resonancia encuentran en ti esos sentimientos y memorias?

2. ¿Cómo obtuviste tu primera información sexual cuando eras niño o joven adolescente? ¿Cuáles eran las actitudes de tus padres ante la sexualidad? ¿Qué mensajes recibiste directamente de ellos? ¿e indirectamente ?

3. ¿Qué recuerdos tienes del placer sexual experimentado en tu persona durante este período? ¿Cuál fue tu nivel de exploración y experiencia sexual? ¿Qué tipo de sensaciones acompañaba a estas experiencias?

4. ¿Hubo algunas experiencias sexuales traumáticas o abuso sexual durante tus años de adolescencia? Si es así, ¿cómo te han afectado estas situaciones? ¿Qué clase de ayuda o sanación recibiste como parte de tu recuperación?

5. ¿Cómo hombre o mujer joven qué pensabas acerca de tu persona? ¿Cuáles eran los "mensajes de tu yo" o "tu conversación interior"? ¿Qué estaba sucediendo en el ámbito de tus amistades y relaciones personales? ¿Y la historia de tus citas?

6. ¿Qué conciencia tenías acerca de la orientación de tu sexualidad? ¿Si sentías que te orientabas al mismo sexo, o te sorprendía, cómo respondiste a esa toma de conciencia?

7. ¿Con quién podías hablar del sexo cuando eras adolescente? ¿En quién podías confiar? ¿De quién recibir información?

8. ¿Qué recuerdas del contenido de tus fantasías sexuales durante este período de tu vida?

9. ¿Cuáles fueron tus experiencias de culpabilidad durante la adolescencia?' ¿Qué hiciste con esos sentimientos?

ADULTEZ

l. ¿Cuáles han sido tus experiencias y conductas sexuales como adulto? ¿Qué es lo que te hace sentir mejor al recordarlas? ¿o sentirte peor?

2. ¿Cuáles son tus preguntas más urgentes? ¿Con quién las has compartido? ¿Cómo estás tratando de contestarlas?

3. ¿Cuál es el contenido de tu fantasía sexual en esta etapa de tu vida? ¿Hay algunos patrones de violencia contra otros, que tú reconoces y tratas de despertar? ¿Manipulación? ¿Desprecio propio?

4. ¿Hasta qué punto eres sensible a las necesidades, maneras de ser, y deseos de los más cercanos a ti? ¿Cómo expresas en palabras y acciones esta sensibilidad?

5. ¿Cómo te sientes hoy acerca de tu cuerpo? ¿Hasta qué punto lo conoces bien? ¿Cuidas de él? ¿Qué es lo que más te gusta de tu cuerpo? ¿Qué te gustaría poder cambiar?

6. ¿Cómo te describiría la gente que te conoce mejor? ¿Qué adjetivos usarían?
7. ¿Hasta qué punto eres fiel a tus compromisos? ¿Puedes confiar en otros? ¿Se puede confiar en ti?

8. ¿Qué es necesario que suceda para promover un mayor crecimiento en tu vida de relación psicosexual? ¿Qué esperas del futuro?


Ejercicio

El objetivo de este ejercicio es recolectar la historia de la propia sexualidad, camino para reconocer la herida: en todas las áreas se puede haber recibido heridas desde el seno materno hasta más o menos los siete años; pero en el área sexual también es posible recibir heridas en la época de la adolescencia.

Desarrollo esta matriz que responda a:

· Edad_______________________________________________________
· Experiencia ¿qué fue lo que pasó?___________________________________
· Características ¿cuales son los detalles de esa experiencia?__________________
· ¿Qué reprimí? Por ejemplo mi capacidad de expresar afecto…de______________
· ¿Qué plenificó?________________________________________________
· Vinculación afectiva ¿Hubo o no hubo vinculación afectiva?_________________
· ¿Cómo lo vivo ahora?____________________________________________



[1] La sexualidad es algo más que la genitalidad. Es la fuerza vital que expresa el cuerpo: une el afecto con las pulsiones corporales.
La genitalidad hace alusión a los actos que tienen con los órganos sexuales. Ahora bien la sexualidad posee una capacidad metafórica del significado de la vida: para el hombre capacidad de trascender a sí mismo, de ir más allá de sí (erección y expulsión del semen), capacidad de penetrar lo más hondo, de comunicar y de fructificar. Como, también toda la riqueza -hasta ahora inexplorada- del pene fláccido que nos habla de lo suave, lo pequeño, lo blando, lo cotidiano, como parte de lo que es ser hombre en totalidad (Cfr. NELSON, James, "Abrazar la masculinidad" en La sexualidad y lo sagrado, Desclée De Brouwer (Cristianismo y sociedad), 1996, Bilbao, pp. 306 ss). Para la mujer, capacidad de interiorización (vagina), de acogida, de cobijo, de comunicar y fructificar, que implica además, la capacidad inherente de nutrir y defender la vida, (pechos erguidos, en la excitación, llenos y manantes en la lactancia) que le devuelven a la mujer la agresividad muchas veces reprimida por sí misma y por la sociedad.