Martes 21/06: Taller Ignaciano

Escucho a Dios

La oración ignaciana es un encuentro con Dios. Es la experiencia de estar en su presencia, donde escuchamos su Palabra Y hablamos con Él.

San Ignacio – a partir de su propia experiencia espiritual, descubrió que la oración no es “saber” muchas cosas sobre Dios sino “sentir y gustar” interiormente la presencia de Dios: [EE 2].

Tomado de Ejercicios Espirituales, Colección: CEIA-Centro Manresa y Cristo en lo cotidiano, André de Jaer sj

Pasos que nos pueden ayudar para la oración: Preparación de la Oración//Me pongo en la Presencia de Dios//Escucho a Dios // Hablo con Dios: Coloquio//Examen de la oración

Cuento narrado por Anthony De Mello: Un anciano solía permanecer inmóvil durante horas en la iglesia. Un día, un sacerdote le preguntó de qué le hablaba: “Dios no habla. Sólo escucha”, fue su respuesta. “Bien... ¿y de qué le habla usted a Dios?”. “Yo tampoco hablo. Sólo escucho”.»

Hay cuatro fases en la oración: Yo hablo, tú escuchas. Tú hablas, yo escucho. Nadie

habla, los dos escuchamos. Nadie habla y nadie escucha: silencio.

En el segundo preámbulo de la Contemplación para Alcanzar Amor, San Ignacio nos dice que: “El amor consiste en la comunicación de las dos partes, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así por el contrario, el amado al amante”. El que ama se comunica. La oración es ese espacio de donación recíproca donde Dios es el amante que desea dar y darse de todo lo que es, tiene, puede y espera del amado la respuesta de su entrega total. Dios desea dársenos y quiere a su vez, recibirnos. Si pudiéramos resumir la intuición teológica más fundamental de San Ignacio sería ésta: “Dios se comunica a su criatura”. Dios me quiere comunicar su amor. Se me quiere comunicar siempre.

La oración es escucha Dios nos habla siempre primero es un trato de amistad, una relación de amor, donde el protagonista es Dios. La gran experiencia de la oración es el amor que Dios nos tiene, y no tanto el pobre amor que nosotros ponemos, en coherencia con la identidad del cristianismo, según la cual es Dios el que nos amó primero, nos busca, nos llama, y este amor es para siempre, incondicional y nos acepta tal cual somos.

Dónde escuchamos a Dios?

En la creación....

En nuestro interior, la voz de la conciencia.....

En su Palabra revelada, la Biblia.... cuando leemos o escuchamos su Palabra.

En el hoy, en todo tiempo, en los acontecimientos de cada día....

Aprendemos a orar en ciertos momentos privilegiados como cuando escuchamos la palabra del Señor y participamos en su Misterio Pascual; pero, en todo tiempo, en los acontecimientos de cada día, su Espíritu se nos ofrece para que brote la oración. La enseñanza de Jesús sobre la oración a nuestro Padre está en la misma línea que la de la Providencia (cf. Mt 6, 11. 34): el tiempo está en las manos del Padre; lo encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy: "¡Ojalá oyerais hoy su voz!: No endurezcáis vuestro corazón" (Sal 95, 7-8). Catecismo.

Orar en los acontecimientos de cada día y de cada instante es uno de los secretos del Reino revelados a los "pequeños", a los servidores de Cristo, a los pobres de las bienaventuranzas. Es justo y bueno orar para que la venida del Reino de justicia y de paz influya en la marcha de la historia, pero también es importante amasar con la oración las humildes situaciones cotidianas. Todas las formas de oración pueden ser esa levadura con la que el Señor compara el Reino (cf Lc 13, 20-21). Catecismo

Podemos hacer un ejercicio de sentir como uno escucha con amor, atención, delicadeza, ternura, encanto, abierto, con nostalgia, con ansia, con pasión, con sorpresa de niño, con admiración, adoración, reverencia, con tiempo gratuitamente.
Como escuchan los niños, los sencillos, los abuelitos, los enamorados, los amigos, en la flia normalito nomás
Como escuchamos a nuestros amigos, en nuestro trabajo, a nuestro novio en la familia, cuando soy macanuda, y cuando no lo soy.

SENTADO EN SILENCIO FRENTE A DIOS (De un reportaje a Anselm Grün)

¿Es posible oír a Dios? ¿Cuándo nos habla Dios? Habitualmente no oigo la voz de Dios con mis oídos, ya que no es una voz audible. Pero si ceso de hablar y hago silencio frente a Dios, emergen en mí pensamientos. Son mis pensamientos que atraviesan mi cerebro, pero puedo preguntarme por qué aparecen precisamente en ese instante esos pensamientos. Puedo confiar entonces en que Dios me habla en mis pensamientos.

¿Cómo es posible distinguir entre inspiraciones buenas y malas? Reglas de discernimiento.

Existen tres tipos de pensamientos: los pensamientos que provienen de Dios, los pensamientos que provienen de mí mismo y los pensamientos que provienen del mal espíritu. Unos son para aceptarlos, otros para rechazarlos. Reconozco la calidad de mis pensamientos según donde me llevan.

Los que vienen de Dios me conducen hacia una profunda paz interior, me dan vida y libertad interna.

Los pensamientos que provienen de mí mismo a veces nos invitan a dejar todo etc hay que desconfiar, sospecha. Por eso para la espiritualidad ignaciana es fundamental el autoconocimiento. Siempre por mi debilidad lados flacos aparece el mal espíritu.

Los pensamientos que provienen del mal espíritu causan confusión, temor y penuria. A veces estos pensamientos se disimulan bajo una apariencia de bien. Tengo que discernir si me conduce a la vida, si provienen de Dios.

Ya no es la oración, entonces, sólo un espacio para exponer mis sueños y necesidades -algo que es legítimo- sino más bien, de preguntarle a Dios por dónde van los suyos: a qué me está invitando, a cuáles realidades me quiere enviar, a dónde está él trabajando para yo unirme a colaborar. La auténtica oración nos lleva a preguntarnos como un día lo hiciera el propio San Ignacio: “¿Qué he hecho por Cristo?, ¿qué hago por Cristo?, ¿qué debo hacer por Cristo?” (EE 53). De ahí la importancia que otorga San Ignacio al examen de la oración como manera de ir discerniendo por dónde van las mociones del buen Espíritu para acogerlas y seguirlas. Y por donde las del malo o las malas inspiraciones para descubrirlas y rechazarlas.

Todo comienza en el interior un peligro nuestro es caer en el activismo. Nuestra actividad apostólica no es plenamente fecunda si no guarda el contacto con Dios. Es de la vida interior que ha de venir la fuerza y el dinamismo necesarios para afrontar los grandes sacrificios de la acción exterior.

La acción llega a ser dañina cuando rompe la unión con Dios. Algo que queda claro al leer el Evangelio es que Jesús oraba, se apartaba con frecuencia a lugares solitarios a hablar con su Padre e ir descubriendo el camino de su voluntad.

San Alberto Hurtado nos decía: “La meditación, la oración, la educación deberían mantenernos con los ojos siempre abiertos al dolor humano, con el corazón adolorido por sus sufrimientos. Si multiplicamos las lecturas, las oraciones, los exámenes de conciencia, pero sin llegar al don de sí mismo, es señal que nos hemos perdido”.

Se hace imperante, entonces, una espiritualidad encarnada, que busque y encuentre a Dios en las circunstancias, en las necesidades profundas de las personas, en las preocupaciones de la vida ordinaria, en los deberes de estado, en el ambiente temporal y local. Es, pues, una espiritualidad vacía, aquélla que pretenda dirigirnos hacia Dios haciéndonos olvidar a nuestros hermanos; aquélla que nos haga elevar los ojos al universo y cerrarlos ante quien está a nuestro lado; aquélla que nos haga egoístas y nos repliegue sobre nosotros mismos.

La oración no es una fórmula, la oración es la experiencia más hermosa de Dios que podemos tener. La experiencia de Dios como papá solo Jesús nos la puede enseñar. Él es el maestro, por eso necesitamos hoy también decirle: “Enséñanos a orar, a escuchar lo que El nos diga”. Pero, a caminar se aprende caminando, a nadar se aprende nadando, y a orar se aprende orando, cada día, a cada momento, en toda ocasión. Podemos tener una experiencia de Dios continua, si hacemos continua nuestra oración. Seguramente el mundo iría mejor y cada uno de nosotros también, porque nos sentiríamos más amados por Dios.


Párrafos extraídos de: http://cvxdominicana.org/doc/La_Oracion_Ignaciana.pdf


GUÍA PARA LA ORACIÓN

Jn 6, 51-58 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". Palabra del Señor.

Momentos de la oración:

1. Preparación para la oración El primer paso de la meditación es buscar un lugar y una posición en el que me sienta cómodo, para poder concentrarme durante la oración sin distraerme.

Habiendo encontrado un espacio y una posición cómoda, me aboco a contactarme conmigo mismo. Busco serenar mi mente, mis pensamientos, tomar consciencia de dónde estoy, situarme en el ahora, trato de sentir mi cuerpo, mi respiración, y de respirar profunda y suavemente.Una vez que me situé en el ahora, me pongo en presencia de Dios con algún signo que marque el inicio de mi oración. Puede ser una señal de la cruz, un gloria, u alguna oración que sepa que me llega más y que me ayuda a entrar en la presencia de Dios.

2. Petición Ya conscientes de que estamos en oración, realizamos una petición: Esta petición es personal, es algo que yo le quiero pedir a Dios. Ayuda a la oración que la petición esté relacionada con el texto que vamos a meditar. Si durante la oración me distraigo con pensamientos o cosas pendientes, del trabajo, etc, cuando me doy cuenta “las dejo pasar” y vuelvo a retomar la oración repitiendo la petición. En este sentido, la petición me puede servir como un ancla para permanecer en la oración.

Para la meditación de hoy, una petición podría ser: “Señor, que te pueda escuchar”.

3. Escucho a Dios Habiendo rezado la petición, realizo una lectura pausada y pensada de la palabra de Dios, hasta sentir que alguna oración o alguna palabra del texto “me resuene”, me despierte alguna emoción, o sea disparador de algún sentimiento. Ahí detengo la lectura, y me quedo dando vueltas en esa frase o palabra, trato de profundizar, de sentir, de gustar internamente, de ver cómo la frase o palabra se relaciona con mi estado de ánimo, con mi historia, con quién soy. Trato de sentir con el corazón, con mi parte afectiva, qué me dice a mí la palabra de Dios, y de gustarlo.

4. Coloquio Habiendo profundizado en el texto con mi entendimiento y mi afectividad, me dispongo a hacer un cierre de la oración con un coloquio, un diálogo libre con Jesús, “como un amigo habla a otro amigo”.

5. Examen Por último, queda el examen de la oración, donde busco discernir qué ocurrió durante mi oración, ¿qué sentí?, ¿de qué me di cuenta? Así se examinan sentimientos y pensamientos .

Martes 14/06: Encuentro de Oración

Meditación: Santísima Trinidad, Jn 3, 16-18

Pasos de la oración:

1. Preparación para la oración

Buscar un lugar y una posición en el que me sienta cómodo, estar en contacto con mi respiración. ¿Como estoy? ¿Cómo llego a esta oración?

2. Petición

Señor Gracias por la fuerza de tu espíritu.

3. Escucho a Dios

El texto que vamos a meditar hoy es el correspondiente al domingo próximo: Jn 3, 1-18.

Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos1. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él»2. Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios.» 3 Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?»4. Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios 5.

Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu 6. No te extrañes de que te haya dicho: «Ustedes tienen que renacer de lo alto»7. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu»8.

«¿Cómo es posible todo esto?», le volvió a preguntar Nicodemo9.

Jesús le respondió: «¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? 10

Te aseguro que nosotros hablamos de lo que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio 11.

Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? 12

Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo13.De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, 14para que todos los que creen en él tengan Vida eterna 15. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna 16.Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él 17.El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios 18.

4. Coloquio

Charla con Jesús…


5. Examen

Qué sentí al hacer esta oración (mociones o movimientos), que imágenes, palabras, personas… de donde vienen, del buen espíritu, o del mal espíritu?
---------------------------------------------------------------------------------------------

Invitación a Reinventar nuestra relación con Jesús:


“Todo hay que volver a inventarlo,

Y el amor no tiene por que ser una excepción.

Todo esta por inventarse

Y yo no lo veré por desgracia.

Pero mientras pueda

Inventare por mi cuenta,

Te reinventare y quisiera que vos

Me inventes a cada momento”.

Julio Cortazar