Puntos - Martes 24 de Abril


"no el mucho saber harta y satisface el alma,
sino el sentir y gustar de las cosas internamente". [EE 2]

Evangelio según San Juan 10,11-18. 
Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.  El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.  Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.  Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí  -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.  Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.  El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.  Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre". 



"pero cuando es DIOS el que ama ¿de qué no es capaz el amor?" (R. Guardini).



Preparación de la oración:
·         Busco un lugar cómodo y tranquilo. Trato de recordar qué lugar me había funcionado mejor, o qué postura corporal.
·         Quietud, ése silencio del cuerpo. Vamos a oración a hablar con Dios, pero sobre todo a escucharlo. Concentrarse en el cuerpo, hacerme consciente de él, de todos los movimientos involuntarios que aparecen cuando intento quedarme quieto.
·         Silencio interior, haber intentado permanecer quietos por unos minutos ya ha favorecido bastante el silencio interior. Nos obliga a conectarnos con nuestro cuerpo. Ahora toca terminar la tarea intentando dejar quieta nuestra mente.
·         Hemos apagado los destellos de nuestro cuerpo y mente. Un silencio de oscuridad nos permite concentrarnos en la presencia de Dios. Dejamos crecer esa luz dentro nuestro, el sentimiento de presencia, de cercanía.

Petición:
·         Comienzo con una oración.
·         Será aquí pedir la gracia de conocerme a mí y conocer a Dios. “Señor, que me conozca, que te conozca”.

Meditación:

Lo primero que ha de saltar a la vista de nuestro corazón es que Dios nos conoce. Es una verdad evidente, pero profunda y llena de implicancias. Toda la vida tardaremos en aceptar lo que Dios ha visto, de una vez. Nos ha visto a nosotros. Este conocimiento de Dios es un conocimiento de amor. No nos conoce con indiferencia, sino con verdadera predilección. De hecho, podríamos decir que “conocer” a la manera de Dios es como contemplar. Es sentirse conmovido por la presencia. Y tanto se conmueve, que en todo obra a nuestro favor. Y tanto obra a nuestro favor, que se determinó a hacerse hombre. A humana y verdaderamente entregar su vida por nosotros, a quienes conoció y amó desde el principio. Y esta entrega sería absurda si terminase en la cruz. Un acto sentimental, quizás, pero sin sentido. Un suicidio de Dios. Pero no lo es. La entrega se completa, adquiere todo su sentido en la resurrección. La entrega es resurrección.

Lo segundo que veremos, es que “sus ovejas” le conocen. ¿Cómo conocemos nosotros a Dios? ¿Cuánto de Dios sabemos, pero no amamos? ¿Cuánto de Dios sabemos o amamos, pero no convertimos en entrega? ¿A cuántas cosas nos entregamos, incluso las buenas y legítimas, pero no por amor de Dios? ¿Cuántas cosas, incluso las buenas, cumplimos por costumbre, por mandato, por convicción (de ideas), pero no por amor? ¿A cuánto estaríamos dispuestos por amor a Jesús, si nos faltasen el auxilio de las ideas, de los mandatos y de las costumbres?  No conocemos a Dios como las ovejas conocen a su pastor. Dios se hizo hombre para que el hombre le conozca. Hay una intimidad entre a quien queremos conocer y nosotros que conocemos. La oveja no se hace más oveja por conocer a su pastor, el hombre se humaniza por conocer a Dios que se hizo hombre.

Antes de terminar la oración, hago un coloquio (converso internamente) con Dios, trayendo a la  vista la petición.

Termino dando gracias por lo recibido, de lo que aproveché, y de lo que dejé pasar.

Examen de la oración:
·         El examen de la oración es una parte tan importante como la oración misma. También aquí actúa el espíritu con mociones.
·         Es necesario “cambiar de aire”. A veces se recomienda distraerse un poco antes de hacer el examen. La idea es volver a mirar lo meditado desde otro ángulo.
·         ¿Cómo me sentí en la oración? ¿Bien? ¿Mal? ¿Cómodo? ¿Incómodo? ¿Distraído? Empezar con ideas simples.
·         Pensar en cómo estaba antes de la oración, y cómo me encuentro después. ¿Estoy más tranquilo? ¿Más alegre? ¿Encontré paz? ¿Soy más sensible y sereno ante los demás?
·         En qué cosas, durante la oración, de las que pensé o sentí, me trajeron paz, confianza, alegría, serenidad. Y cuáles lo contrario. Las anoto.
·        Escribo una pequeña frase para recordar lo recibido en esta oración. Pequeña es pequeña.