La relectura cotidiana o examen
v ¿Por qué esta oración cotidiana?
La relectura
de la jornada (o Examen o Evaluación de la jornada) formaliza y permite un movimiento de encuentro que algunos han
llamado con mucha razón “oración de alianza”. Esta alianza
de la cual Dios tiene la iniciativa y que se manifiesta siempre en lo cotidiano
pide una respuesta, una aceptación de parte de cada hombre.
§
El postulado inicial es que Dios es el primero en dar. Nos da la vida, el crecimiento al
mismo tiempo que todas las cosas y habita en nuestra historia. En el corazón de
mi vida, “Dios trabaja y labora por mi”.
§
2°: En el modo de utilizar lo cotidiano, y no “fuera
de él”, es donde se dice, se expresa o se rechaza nuestra respuesta a la alianza,
nuestra fidelidad o no al Señor.
§
3°: Está en nosotros el “no olvidar” es decir
“hacer memoria”, que Dios es nuestra fuente, el celebrarlo no sólo
litúrgicamente, sino viviendo con coherencia esta realidad de fe.
Nosotros somos, por lo tanto quienes “releemos” el pasado para dar
gracias y orientar el porvenir .
§
4°: En el uso regular y frecuente de la relectura
es donde se hace posible discernir
el modo cómo Dios trabaja y cómo podemos responderle mejor en lo
cotidiano.
Ø De ahí que sería
conveniente renovar cada día esta alianza.
Ø Para ello, el
examen de la jornada será ante todo un
encuentro personal con mi Dios.
Ø Desde el interior
de esta relación de fe, es donde repasaré,
con Él y en la medida de lo
posible como Él, el contenido de mi jornada o un acontecimiento determinado de mi
historia.
Ø En él discerniré poco a poco su presencia, su fidelidad, sus dones, su Espíritu en
acción, la manera de responder y de ajustarme a todo ello.
·
Lo que la
relectura no es:
* Una lista de
acontecimientos sobre los que debo emitir un juicio moral:
Yo/mi vida... a partir de mis
criterios.
* Un simple balance
que todo ser humano podría hacer al final de la jornada.
* Un buscar ante
todo ¡“lo que he hecho mal”! Un examen minucioso de mis faltas.
v El modo de proceder global
·
Escoger el momento
oportuno y la posición mejor (a medianoche y en la cama, existe el peligro
de dormirse).
·
Concederse un tiempo limitado (de diez a veinte minutos).
Como en toda oración, darme cuenta
de que estoy en presencia de Dios, orientar
mi
corazón y mis intenciones hacia El, tal como me encuentro al final de este día.
1. Doy gracias al Señor por lo que ha
hecho y me ha concedido hoy.
2. Pido luz, un corazón abierto para
releer mi manera de comportarme ante los dones de Dios.
3. Examino: Veo lo que ha sido mi
jornada, acontecimientos, acciones, palabras, pensamientos. Es
el momento del discernimiento.
4. Pido perdón por mis debilidades y
faltas.
5. Me ofrezco y me confío al Señor,
decidiendo tal vez sobre un punto que debería mejorar
mañana.
v Adaptación progresiva para introducirse en el
examen:
* Que cada uno
adapte esta forma de oración según el momento en el que se encuentra (ritmo,
lugar).
* Los principiantes
o quienes encontrasen dificultad en dar gracias a Dios pueden quedarse
varias semanas en los 3 primeros
tiempos para no transformar esta oración en “examen
narcisista”.
* Otros apuntarán a
la conversión que el examen hace posible.
* Y, más tarde,
podrá avanzar hacia algo que esta forma de oración ayuda a afinar: El discernimiento.
- Usar las sugerencias
que siguen con libertad y sabiduría,
pero también con generosidad y deseo de
avanzar.
·
Para los
principiantes
Ejercitarse durante varias semanas en la acción
de gracias (sobre todo
aquellos que tienen dificultad para dar gracias, o se sienten inclinados a mirarse
a sí mismos, o a no ver sino lo negativo).
1º
tiempo: Hacerse presente a Dios
Lo importante, más que el pasado, es ahora, este momento con el Señor... Con un
gesto, con una oración sencilla, me vuelvo hacia aquel que es la fuente y la meta de mi vida. Al final de esta
jornada, entro en la alianza que el
Señor no ha dejado de ofrecerme.
2º
tiempo: Pedirle su luz
Él es el único que puede revelarme el
sentido verdadero de lo que he vivido.
Le pido que me ayude a
ver mi jornada según su corazón y a través de sus ojos. Trato de ponerme en la
longitud de onda correcta, con fe en un Dios misericordioso, Dios de vida, de amor, de verdad...
Ponerme directamente a
examinar lo que he hecho bien o mal me llevaría a juzgar según mis criterios,
con peligro de narcicismo. Para disponerme mejor, comienzo celebrando a Dios y
sus dones.
3er
tiempo: Dar gracias a Dios (o reconocer y
devolver a Dios sus gracias)
Ver, en lo que he vivido, todos aquellos dones de los
que puedo estar agradecido a Dios y decírselo:
- Sea dejando que pase la jornada por mi
memoria como una película, al mismo tiempo que reconozco cómo trabaja Dios por mí y por su Reino, o sus dones.
- Sea dejando que aflore en mí todo lo que ha sido
motivo de alegría, de agradecimiento, de paz... dando gracias a Dios que es la
fuente de todo ello. No tener miedo de ser “simplista” o de tener razones
“ingenuas” de agradecer a Dios, ya que el dar gracias nos abre a la acción de
la gracias.
- Sea viendo con mayor detalle un aspecto, un momento o una situación vivida: Todo lo que ahí me
habla de Dios, de su amor, o del Reino en devenir, del Evangelio. Es posible
que descubra ahí paralelismos con lo que vivió Jesús o el Pueblo de Dios: Personas
que se enderezan, reconciliaciones, curaciones...
- Sea recordando cosas de las que he sido simple testigo, incluso acontecimientos del mundo, viendo en
ellos la presencia de Dios, cómo me conmueve, y a qué me llama.
4º
tiempo: Renovado por esta relectura,
abrirme al porvenir
Confiar
al
Señor la jornada de mañana, pidiéndole
su gracia: Ver si, a la luz de
una renovada conciencia del amor y de la presencia de Dios en mi vida, no hay algún punto sobre el que sería conveniente trabajar más. Tomar
una decisión y pedir a Dios su
ayuda.
Terminar con un Padre Nuestro o
alguna otra oración.
Atención
Este tiempo de relectura en clave de acción de gracias es capital.
Sólo esta actitud fundamental me permitirá releer de forma adecuada la
evolución y el contenido de mi vida. Por eso vale la pena perseverar semanas y
hasta meses, fomentando esta vuelta a Dios, a su alianza, descubriendo cómo Él ha
permanecido fiel.
Dedicar este tiempo a la
acción de gracias no quiere decir que estemos llenos de sentimientos de
alabanza y de alegría. La acción de
gracias es una vuelta a Dios, agradeciéndole sus dones, como hacía el Hijo. Y
esto puede ser vivido aún en situaciones difíciles.
Si en el momento de hacer
esta relectura, estoy inquieto, cansado,
o preocupado, puedo ponerme en
presencia de Dios tal como me siento, con todo lo que llevo encima y tratar
sencillamente de separarme de mí para re-poner todo ello en Dios. Confiarle lo
que me agita; y recordar hasta qué punto El es amor, paz, fidelidad.
… "Yo
vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia” …
Jn 10, 10
Bibliografía: El presente trabajo es un resumen del texto de
Bethy Oudot: “Anexo2: Pautas para Orar
según la escuela de Ignacio de Loyola”