Preparando el corazón para la Pascua

Ejercicios Espirituales Abiertos CUARESMA 2010

1) PRESENCIA DE DIOS: antes de comenzar la meditación tengo que tomarme todo el tiempo necesario para sentirme en la presencia de Dios. Sentir que Él está allí y que yo estoy delante de Él; que quiere escucharme y que me quiere hablar.

2) PETICIÓN: es importante saber que es lo que vamos a buscar en esta meditación. La meditación nos orienta para eso, saber a dónde voy y a qué, qué es lo que quiero conseguir. La petición para esta oración será:

“Conocimiento interno de Dios para más amarle y servirle”

3) PUNTOS PARA LA MEDITACIÓN:
Un Dios no violento que suscribe la justicia y la paz

Partamos de la idea de que la manera como concebimos a Dios tiñe de un tono particular nuestra manera de concebir todas las otras cosas, especialmente la justicia y la paz y los caminos que llevan a éstas. Si concebimos a Dios como un ser violento, por más redentora que imaginemos su violencia, también concebiremos un camino que lleva a la justicia y la paz pasando por la violencia. Es triste que esto suceda muchas ve­ces, tanto en los círculos seculares como en los religiosos. De­masiado a menudo pensamos en Dios como alguien que usaría la violencia para derrocar el mal y producir la justicia y la paz. Concebimos a Dios como una fuerza de violencia redentora.
¿Qué es una violencia redentora? Es lo que sucede en el fin de una película, una novela o una canción, cuando el hé­roe consigue finalmente derrotar al matón que ha tenido aterro­rizados a todos. Hemos visto en incontables películas, libros y canciones cómo funciona la violencia redentora. Un grupo de personas buenas vive aterrorizada por un hombre violento. Entre los buenos hay un individuo bueno (se trata siempre de un hombre, porque el poder muscular será, en último término, la fuerza redentora) que es más fuerte que el matón. Él será el hé­roe cuando llegue el momento, y salvará la situación. Sentimos que será así puesto que sabemos que, en última instancia, él es más fuerte que el matón. Por el momento, el matón sigue en su mal camino e incluso intensifica su campaña contra la gente buena. Presiente la existencia del bueno que finalmente lo ven­cerá y se deleita particularmente en ejecutar acciones que lo hu­millan. El hombre bueno no le devuelve su violencia, pese a la impaciencia que nos carcome y nuestra furia cada vez mayor. Acepta tranquilamente la agresión, porque todavía no ha llega­do su momento.
Por último, la historia llega al punto decisivo. El ma­tón acorrala al héroe, que ahora no tiene elección: o pelea o muere. Entonces tiene lugar la redención. El héroe, empujado más allá del límite, se quita la chaqueta, se arremanga la camisa y le pega al matón, hasta matarlo. Las lágrimas suben a nuestros ojos porque estamos viendo cómo, por fin, se hace justicia. Se ha aplastado el mal y se ha vindicado el bien.
No nos detenemos a pensar que en realidad, lo que ha sucedido es que el bien ha resultado ser más violento que el mal.
No nos damos cuenta que nuestro buen héroe empezó como la Madre Teresa y terminó como Rambo o Batman. No conseguimos ver que el final de esta historia de redención es radicalmente lo opuesto a la historia de Jesús. Cuando Jesús es finalmente acorralado y la opción que lo enfrenta es pelear o morir (" ¡Si eres el hijo de Dios, baja de esa cruz! "), Él, a diferencia de nuestros héroes míticos, elige morir.
Debemos tener cuidado, especialmente cuando nos proponemos crear la justicia y la paz, de no confundir la historia cristiana de la redención con el mito de la violencia redentora. Debemos intentar producir la justicia y la paz del modo como lo hizo Jesús, reconociendo que el Dios a quien Jesús llamó' "Padre" no trompea a nadie. No vence a los malos ni reivindica a los buenos por medio del poder superior de su musculatura, su rapidez de reacción o su puntería con las armas. En los Evangelios , a Jesús se lo describe como un personaje poderoso más que nadie con quien la multitud se haya encontrado antes, sin embargo, la palabra que se usa para describir el poder de Jesús, exousía (una palabra griega) no se refiere al poder de la musculatura, la rigidez, ni siquiera una gracia y brillo extraordinarios . Se refiere a algo para lo cual en nuestro idioma no tenemos una traducción fácil. ¿ Qué es exousía? ¿Cual es el poder de Jesús? ¿Cómo va a traer últimamente la justicia y la paz?
Una vez se le pidió a Daniel Berrigan que diera una conferencia para estudiantes universitarios. El tema que se le asignó era algo como "La presencia de Dios en nuestro mundo actual". Su conferencia, sospecho, sorprendió a muchas de las personas que integraban su audiencia, tanto por su brevedad co­mo por su contenido. Simplemente les contó cómo él, cuando trabajaba en un hospicio para enfermos terminales, todas las se­manas pasaba algún tiempo sentado en la cama de un muchacho joven, física y mentalmente incapacitado. El muchacho lo único que podía hacer era estar acostado en su cama. No podía hablar ni comunicarse con su cuerpo o de alguna otra manera con la gente que entraba en su habitación. Permanecía mudo, impo­tente, aparentemente aislado de toda posibilidad de comunica­ción con el mundo exterior, Berrigan contó como él se sentaba regularmente junto a aquel joven, intentando escuchar lo que estaba diciendo en su silencio e impotencia.
Después Berrigan agregó otro punto: la manera como ese joven está en nuestro mundo, mudo e impotente, es idénti­ca a la manera como Dios está en el mundo. Para escuchar lo que Dios está diciendo debemos aprender a escuchar qué está diciendo aquel joven. Esta imagen es muy potente y extremada­mente útil para entender el poder de Dios en el mundo y cómo Dios se manifiesta. No se pelea con nadie o con nada. Está allí, mudo, en la base moral y espiritual de las cosas. No combate con sus músculos, su atracción, su brillo o su gracia, como lo hace el músculo y la rapidez de movimientos del atleta olímpico, o con la belleza de la estrella joven de Hollywood, o con el discurso y la retórica convincente del autor o el orador brillante.
Estas cosas, la musculatura, la rapidez, la belleza, el brillo, la gracia, reflejan la gloria de Dios, pero ésa no es la principal manera que tiene Dios de mostrar su poder en el mundo. El poder de Dios en el mundo tiene un aspecto muy diferente y se lo siente de otro modo.
¿Qué aspecto tiene el poder de Dios? ¿Cómo se siente la manera como Dios debe sentirse muy a menudo en el mundo?


• Si alguna vez has sido sometido físicamente y te has sentido impotente, si alguna vez alguien te ha gol­peado o abofeteado y te has sentido incapaz de defender­te o de devolver la agresión, entonces tú te has sentido co­mo Dios se siente en el mundo.

• Si alguna vez has tenido un sueño y descubierto que todos tus esfuerzos son inútiles y que nunca podrás convertir tu sueño en realidad, si has llorado y te has sen­tido avergonzado de tu incapacidad para defenderte y res­ponder al ataque, entonces tú te has sentido como Dios se siente en el mundo.

• Si alguna vez has debido avergonzarte de tu en­tusiasmo y no has tenido oportunidades para explicarte, si alguna vez alguien que no ha comprendido tus motivacio­nes te ha maldecido por tu bondad y tú fuiste impotente para hacerle ver las cosas a tu manera, entonces te has sen­tido como Dios se siente en el mundo.

• Si alguna vez has querido aparecer atractivo frente a alguien y fuiste incapaz de hacerlo, si alguna vez has querido a alguien y has querido desesperadamente en­contrar alguna manera de ser reconocido por esa persona, y te ha descubierto totalmente incapaz de hacer nada al respecto, entonces tú te has sentido como Dios se siente en el mundo.

* Si alguna vez has sentido que estás envejeciendo y que pierdes tanto la salud como la energía de un cuerpo joven y las oportunidades que éste puede ofrecerte, sin­tiendo que es imposible invertir el curso del tiempo; si al­guna vez has sentido que el mundo se te va de las manos a medida que vas envejeciendo y sabes que cada vez serás más marginado, entonces tú te has sentido como Dios se siente en el mundo.

• Y si alguna vez has sentido que perteneces a una minoría, que estás solo frente a la histeria de la multitud enloquecida; si alguna vez has sentido, de primera mano, la maldad enferma de un abuso grupal, en ese momento te has sentido como Dios se siente en el mundo ... y como se sintió Jesús el Viernes Santo.
Dios nunca se impone a nadie por la fuerza bruta de su poder en este mundo. El poder de Dios en este mundo nunca es el poder del músculo, la rapidez, la atracción física, el brillo o una gracia que encandila a la gente y la obliga a reconocer a gri­tos: "Sí, sí. ¡Aquí tienen un Dios!" El poder del mundo intenta actuar de esa manera. El poder de Dios, sin embargo, es más mudo, más impotente, más avergonzado, más marginado. Actúa en un nivel más hondo, en la base última de las cosas y sólo de­sea, de manera amable, poder expresarse después que todos los demás han tenido la oportunidad de decir lo suyo.
Trabajar por la paz y la justicia en este mundo no sig­nifica dejar de ser la Madre Teresa para convertirse en Rambo o Batman. El Dios que sostiene la justicia y la paz no golpea a na­die y no estamos defendiendo la causa de Dios cuando nosotros lo hacemos.


¿Qué traigo en mi corazón y en mi cabeza?, ¿de qué vengo conversando?

¿Qué actitudes, situaciones, realidades de mi vida endurecen mi corazón y distorsionan mi imagen de Dios?

Después de leer el texto ¿Cuáles son mis reacciones? ¿Qué expectativas tengo frente a Dios?

¿Me he sentido o siento defraudado ante la pasividad de un Dios que parece indiferente ante el dolor y el mal de los inocentes?¿ No abré construido un dios a imagen y semejanza de mi dureza?
Reviso mi vida a partir de estas enseñanzas.


4) COLOQUIO: este es el final de la oración. Ahora me animo a conversar sobre lo que he sentido en la oración con María que sufrió el silencio de Dios, con Jesús que se sintió abandonado en la cruz, con el Padre que se declara impotente ante la dureza del corazón humano.