Taller Ignaciano

Martes 27 de abril de 2010

“REQUISITOS HUMANOS PARA EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL”

Todo hombre y toda mujer, más allá de su confesión religiosa, posee un instinto de supervivencia. La vida es el don más preciado que tenemos, y en todas nuestras opciones buscamos la vida. “Elige la vida y vivirás” (Dt 30,19), pero muchas veces elegimos mal y nos encontramos con la muerte, aún con las mejores intenciones. Por eso es necesario revisar si contamos con los requisitos necesarios para que nuestras decisiones encuentren vida.

Entendemos Vida Humana no como algo individualizante o al margen de la vida de los otros. Sin división ni confusión, la vida humana abarca la propia personal, la vida de los demás, especialmente de los pobres. Vida es todo aquello que nos hace íntegros, buenos, bellos y auténticos. La vida es reconocible por la felicidad que produce.

Ahora bien, ese optar por la vida se puede traducir en seis actitudes básicas:

1. Saber trabajar equilibradamente sabiendo descansar.
El trabajo nos constituye como personas, confiere la dignidad al ser humano. Esta actitud de saber trabajar no implica únicamente la eficiencia laboral, mas aún cuando vivimos en una sociedad que nos hace adictos al trabajo y a la actividad cronometrada. Trabajar equilibradamente implica la capacidad de poder reponer esa fuerza de trabajo, con el descanso y los nutrientes necesarios a nivel físico, psíquico y espiritual. También implica mi creatividad personal, es decir, producir desde lo más íntimo de mis potencialidades, es transformar la realidad desde el propio sello personal, de manera que “haciendo cosas” me hago a mí mismo.

2. Poder “construir el amor”.
Otro eje que nos constituye como personas es la capacidad de construir vínculos de amor. Amor implica entrega, donación, buscar la felicidad del otro para sólo así experimentarla en mí mismo. Supone una buena dosis de confianza, una base decente de autoestima. Significa poner todo lo que está de nuestra parte para que el amor acontezca en nuestro entorno.
Se construye amor cuanto se tiene la capacidad de comprometerse con la otra persona con todo lo que implica la metáfora de una construcción: planear, limpiar, esperar, poner cosas nuevas, aceptar lo que nos se cambia, embellecer, insistir… Ahora bien, este construir el amor no se puede hacer al margen de los demás: sólo si estamos en solidaridad profunda con los demás, y especialmente con los necesitados de toda índole, se puede evaluar esta opción por la vida.

3. No ser “moscas” sino “abejas”.
La tercera actitud que nos prepara a optar por la vida supone cómo situarme ante la realidad: no ser “moscas”, que sólo se paran en la basura y, además, la llevan de una parte a otra; ser más bien “abejas”, que captan el mejor néctar de las flores y producen la miel, alimento nutritivo y medicina fundamental.

4. La capacidad de dialogar.
Si alguien tiene la actitud humana de dialogar, puede discernir. El que no dialoga con quien puede ver y tocar, más difícil le será escuchar al invisible Espíritu de Dios. Dialogar no es lo mismo que proponer ideas, discutirlas e imponerlas. Es ponerse en los zapatos del otro, en su óptica, más aún, en su misma piel, para ver desde su perspectiva y comprender lo que el otro siente. Esta actitud de diálogo es lo que se llama “escucha empática”. Supone también la capacidad de mantener la relación aún en el conflicto, en la discrepancia.
El diálogo incluye la capacidad de perdonar, sabiendo que el perdón es todo un proceso, muchas veces no tenido en cuenta. En el fondo si puedo perdonar, es que tengo la actitud de estar en el otro y de abrir mi horizonte. Eso me prepara para poder discernir y elegir humanamente. Me hace disponible y dócil a la verdad.

5. El cuidado de mi entorno personal.
Las personas poseemos un entorno personal. Así como los países tienen fronteras que no pueden cruzarse sin permiso, así también sucede entre personas. Son los límites que permiten relacionarse en forma segura y saludable. Un límite personal comprende el saber quien es uno y cuales son sus pensamientos y sentimientos y donde comienzan los de los demás. Una persona que tiene límites personales reconoce y respeta el estado de separación e individualidad del otro, sabe que tiene una amplia gama de elecciones en cuanto a como relacionarse con los demás, que abarca desde la intimidad hasta simplemente ser un conocido.

6. La sana autoestima, que es la base de todo lo demás.
La sexta actitud básica es una adecuada estima personal, hecha de autovaloración y aceptación positiva, fundamento de todas las anteriores y del poder optar por la vida, pues la aprecio en mí. La autoestima es un fenómeno auditivo: son voces que nos hablan de nuestra aceptación personal –o la falta de ella-. Es la voz interna que me da la capacidad de valorar objetivamente mi persona y a los demás.
Hay cuatro elementos que definen una adecuada estima: 1. saber reconocer mis cualidades, alegrarme de ellas y ponerlas al servicio de los demás; 2. saber reconocer mis fragilidades y límites, aceptarlas como partes mías, pero haciendo un compromiso de crecimiento; 3. reconocer, celebrar y nutrirme de las cualidades de los demás; 4. saber “aguantar” las limitaciones y defectos de quienes me rodean, y acogerlos sin exigirles cambiar como condición de ello.
Quizá donde más se nota la falta de estima es en la incapacidad de perdonarse uno mismo, por el alto grado de culpabilización. Esto implica un profundo trabajo de curación de heridas. Una baja estima necesita un conocimiento personal serio, y un trabajo de saneamiento y reestructuración de las voces negativas. Por eso, la opción por la vida como base para un discernimiento, implica un trabajo personal a fondo.


PREGUNTAS PARA ENCONTRARME (Cada grupo de preguntas se corresponden con las seis actitudes anteriores.)

1. ¿Evalúo mi trabajo? ¿Tengo un proyecto personal que reviso con frecuencia? ¿Vivo con estrés? ¿Cómo me doy alimento y descanso en los niveles físico, psíquico y espiritual? ¿Sé valorar positivamente el ocio y el descanso?

2. ¿Tengo amistades profundas y duraderas? ¿Tengo amigos/as entre gente pobre? ¿Soy capaz de convivir alguna vez con los problemas urgentes de las mayorías? ¿Cómo está mi capacidad de reír, de generar buen ambiente, de ser como un “oasis” para los demás? ¿Me doy cuenta que la vida y el cariño no pueden quedar al margen de mis decisiones?

3. ¿Suele ser negativa mi primera impresión ante situaciones y personas? ¿Suelo juzgarme fácilmente por mis fallas y límites? ¿Siento que vivo escuchando voces culpabilizantes? ¿Cómo le saco fruto a los acontecimientos negativos? ¿Cómo hago para que las personas saquen lo mejor de sí mismas?

4. ¿Cuánto aprendo de los demás? ¿He cambiado gracias al aprendizaje que los demás me ofrecen? ¿Puedo escuchar a los demás “poniéndome en sus zapatos”, desde su realidad y situación? ¿Tengo pendiente algún proceso de perdón? ¿Cuáles son mis dificultades a la hora de perdonar?

5. ¿Puedo estar en contacto con lo que quiero y deseo? ¿Puedo tener cierta claridad en mis creencias, pensamientos, decisiones, opciones? ¿Se mantener un espacio neutro en las relaciones con los demás? ¿Cuánto he aprendido a ser flexible y adaptable, y al mismo tiempo sin invadir, maltratar y abusar, y sin permitir ser invadidos, maltratados y abusados?

6. ¿Me siento siempre mal conmigo/a mismo/a, como criticándome por todo? ¿Me siento siempre atacada/o, como guardando resentimiento? ¿Tengo un excesivo miedo a equivocarme? ¿Me cuesta decir “no”? ¿Tengo frecuentemente una flotante hostilidad? ¿Me sienten agresivo/a los demás? ¿Dicen otros que soy muy difícil de conformar, que nada me viene bien, que todo me decepciona?


AMDG:..