“Con el
amor divino de Dios dentro de nosotros logramos reconocerlo en lo cotidiano
desde nuestra interioridad. El Espíritu Santo nos ayuda a comprender y
responder al llamado de Jesús; una Vida plena y autentica en El, quien nos
muestra como sendero de crecimiento el adentrarnos, “ahí donde a Él le gusta
morar”.
1er. Conciencia de
Comunidad a reconocer: LA DE CRISTO CON MI PERSONA.
“Señor,
te amo con conciencia cierta, no dudosa. Heriste mi corazón con tu palabra y te
amé. Pero también el cielo, y la tierra, y todo lo que en ellos se contiene, me
dicen por todas partes que te ame. No cesan de decírselo a todos, de modo que
son inexcusables” (cfr. Rm 1, 20).
“¿Y qué es lo que amo, cuando te amo? No la belleza del cuerpo, ni la hermosura del tiempo; no la blancura de la luz, que es tan amable a los ojos terrenos; no las dulces melodías de toda clase de música, ni la fragancia de las flores, de los ungüentos y de los aromas; no la dulzura del maná y de la miel; no los miembros gratos a los abrazos de la carne. Nada de esto amo, cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y cierto alimento, y cierto abrazo, cuando amo a mi Dios, que es luz, voz, fragancia, alimento y abrazo de mi hombre interior, allá donde resplandece ante mi alma lo que no cabe en un lugar, donde resuena lo que no se lleva el tiempo, donde se percibe el aroma de lo que no viene con el aliento, donde se saborea lo que no se consume comiendo, donde se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo, cuando amo a mi Dios”.
“¿Y qué es lo que amo, cuando te amo? No la belleza del cuerpo, ni la hermosura del tiempo; no la blancura de la luz, que es tan amable a los ojos terrenos; no las dulces melodías de toda clase de música, ni la fragancia de las flores, de los ungüentos y de los aromas; no la dulzura del maná y de la miel; no los miembros gratos a los abrazos de la carne. Nada de esto amo, cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y cierto alimento, y cierto abrazo, cuando amo a mi Dios, que es luz, voz, fragancia, alimento y abrazo de mi hombre interior, allá donde resplandece ante mi alma lo que no cabe en un lugar, donde resuena lo que no se lleva el tiempo, donde se percibe el aroma de lo que no viene con el aliento, donde se saborea lo que no se consume comiendo, donde se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo, cuando amo a mi Dios”.
“La búsqueda de Dios”
(Confesiones de San Agustín, X, 6)
Contemplación
.: Preparo la Oración (caer
en cuenta de donde estoy y que voy a hacer, ante quien me dispondré, junto a
quien compartiré este momento de intimidad).
.: Me
pongo en la Presencia de Dios
Pido
“a
Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean
puramente ordenadas al servicio y alabanza de su divina Majestad.” [EE 46]
Libro de los Hechos de los
Apóstoles 2,1-11.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?...
Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios".
1°) Ver las personas de la contemplación,
2°) Escuchar lo que hablan.
3°) Mirar lo que hacen.
Una vez que hemos aprendido a comprender nuestros sentimientos, y a ser abiertos y sinceros en la expresión de los mismos, podremos liberarnos de las deudas emocionales del pasado y ver con claridad, cada vez mayor, nuestra forma de percibir el mundo. Una vez que dejamos de tener expectativas preconcebidas respecto de la realidad, la vida deja de ser complicada. El momento actual, el ahora, parece alargarse a medida que gozamos de mayor disponibilidad frente a nosotros mismos y a las personas que amamos. La vida se hace más completa porque nuestras experiencias son más completas. Mientras en una época eludíamos el dolor, y aislábamos parte del mundo para que contuviera su avance, ahora estamos libres para sentir todas nuestras heridas y pérdidas, resolverlas, y seguir marchando hacia el próximo momento de la vida con una carga mínima proveniente del pasado.
La sabiduría de las
Emociones - David Viscott.
.: Coloquio: Hablo con Jesús
como lo haría con un amigo, abriéndole mi corazón, mi experiencia en esta
oración, de lo que fui sintiendo en mi contemplación.
.: Examen de la Oración
* ¿Cómo
estoy? ¿Cómo comencé? ¿Tuve distracciones? ¿Qué me distraía? ¿Qué pensamientos
me vinieron? ¿Qué sentí? ¿Qué sentimientos predominaron? ¿Cómo terminé la
oración?
* Una vez
que escribiste todo esto, describí todos los sentimientos que pudiste reconocer
durante tu contemplación. En dónde sentiste más gusto, o al contrario, más
disgusto. Describir, Detallar y bajar a
papel.
Vuelvo
a mirar,
a recordar
Lo Rezado, para describir
lo que me pasó durante la oración…
SECUENCIA AL ESPÍRITU SANTO
Ven Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre, Don, en tus dones espléndido.
Luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.
Padre amoroso del pobre, Don, en tus dones espléndido.
Luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.
Entra hasta el fondo del alma, Divina Luz y
enriquécenos.
Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, si no envías tu aliento.
Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, si no envías tu aliento.
Ven, Dulce Huésped del alma, descanso de nuestro
esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo.
Lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su premio;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Ven, Dulce Huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo.
Lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su premio;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Ven, Dulce Huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
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