Martes 22 de Junio: Taller Ignaciano

“PRESUPUESTOS BÁSICOS DEL DISCERNIMIENTO”

Para los cristianos el sentido de la vida radica en amar. Por eso Dios nos plantea que el amor (a Él, a los demás y a nosotros mismos) es el único mandamiento que realmente importa. Por eso si nosotros amamos radical y profundamente estamos en el camino de la liberación, la salvación, la plenitud. Entonces la pregunta clave es: ¿yo cristiano, hoy y aquí, cómo vivir lo más radical, profunda, plena y concretamente el amor? El cristiano deberá discernir de entre todas las posibilidades que tiene cuál es la más conducente para vivir el amor. Cotidianamente deberemos preguntarnos ¿qué hacer y cómo?, ¿qué actitudes impulsar, cuáles evitar?, para que cada uno encuentre su camino de ser auténtico cristiano.

Propongo aquí, algunos presupuestos básicos del discernimiento espiritual que yo considero importantes:

a. Somos criaturas de Dios, hechas a su imagen y semejanza. Dios nos dotó de la capacidad de permanecer en contacto con él. Nuestra relación, nuestra comunicación con él es posible porque nos dio un corazón que está en sintonía con su corazón, nos dio inteligencia como la de él, nos doto de voluntad, libertad, capacidad de amar y ser amados, etc. Dones todos que nos permiten crear, mantener, enriquecer, profundizar nuestra relación íntima con Dios. Somos sangre de su sangre, carne de su carne, espíritu de su espíritu, por lo tanto la comunicación con Él es algo natural, es parte de nuestro “equipo”, sólo falta que lo ejercitemos lo mejor posible.

b. Los seres humanos somos un conjunto de dimensiones muy unidas entre sí, complementarias, indisolublemente entrelazadas: física-biológica, psicológica racional, psicológica afectiva, social y espiritual. Para establecer una relación profunda e íntima con Dios es necesario poner en juego todas las capacidades que tenemos, y cada una de estas dimensiones nos brinda posibilidades de comunicación con Dios. Una comunicación integral, lo más plena posible sólo se logra si vivimos de manera integrada y armónica todas nuestras dimensiones.

c. La iniciativa de comunicación es de Dios, él siempre está disponible al contacto, al encuentro, al diálogo. Dios es el Padre inmensamente bueno, que nos ama incondicionalmente, siempre dispuestos a recibirnos, a dialogar, a compartirnos su vida, a abrazarnos... El discernimiento es un instrumento para que nosotros mantengamos abierta la comunicación con Dios.

Lo que sustenta nuestra vida, lo que le da sentido y plenitud es que Dios nos ama primero: “Envió Dios a su Hijo único a este mundo para darnos la vida por medio de Él. Así se manifestó el amor de Dios entre nosotros. No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que Él nos amó primero...” (1Jn 4,9-10). Dios se mantiene fiel, su amor no se acaba, Él sigue y seguirá presente y activo en nuestra vida, en nuestra historia “... ‘Mi Padre sigue trabajando'. Yo también trabajo’...” (Jn 5,17)

d. La voluntad de Dios es que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn 10,10). Dios no quiere otra cosa que nuestra realización plena, que todos vivamos, aquí y ahora, lo más plenamente posible. Y esto implica que atendamos todas nuestras dimensiones y necesidades: físicas-materiales, psicológicas-afectivas y espirituales. Buscar su voluntad es pues buscar nuestra plenitud. No debemos temer el dialogo con nuestro Padre Dios, el nunca nos propondrá nada que vaya en contra de nuestra integridad ni de nuestra dignidad. Discernir significa entonces que cada quien dialogue con Dios para buscar y vivir en concreto este plan de vida plena. También significa que en comunidad busquemos que la mejor forma de convivir, de ir construyendo el Reino de Dios desde ahora, en espera de la realización plena que será gracia de Dios (cfr. GS 66. 72).

Dios nos creó y además nos hizo buenos (Gén 1,31). Todo lo creado por Dios, es bueno. Por lo tanto todo nos ayuda a vivir la voluntad de Dios. Debemos usar todo lo que Dios nos dio para vivir: "Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila, valiéndose de todas sus armas" (Ef 6,13). De todo lo que hay en el mundo debemos elegir en cada situación concreta aquello que más nos lleve a vivir en plenitud el mandamiento del amor, la voluntad de Dios.

e. Dios nos hizo libres, Él no nos obliga a seguir su plan, su proyecto, su voluntad. Nos invita, nos propone pero jamás se impone sobre nosotros. Si no fuera así entonces no tendría caso que hiciéramos discernimiento. Si fuéramos “robots” programados, si Dios fuera como un titiritero que manejará con hilos nuestras vidas no habría necesidad de discernir. Pero no son así las cosas. Dios respeta nuestra libertad y por eso es necesario discernir, la vida, la realidad está llena de posibilidades unas buenas, otras mejores para vivir en plenitud; por eso se hace necesario elegir y optar por la mejor, la que más nos posibilite esa vida plena para mí y los demás.

El discernimiento es una de las armas que tenemos para ver qué hacer y cómo hacerlo, de tal manera que vivamos lo más fiel y concretamente la voluntad de Dios. El discernimiento supone una actitud de “indiferencia”, de libertad ante todo lo creado para optar por lo que más nos lleve a vivir la voluntad de Dios; también el discernimiento, al ejercitarlo, fortalece la auténtica libertad de los hijos de Dios: “Ustedes, hermanos, fueron llamados para gozar la libertad; no hablo de esa libertad que encubre los deseos de la carne; más bien háganse esclavos unos de otros por amor...” (Gál 5,13).

Liberarnos de todo aquello que nos obstaculiza el vivir radicalmente el amor implica un gran esfuerzo. Debemos luchar contra las influencias externas que nos desvían del camino; pero también, y más importante, debemos luchar contra nuestras propias tendencias contrarias al amor. Dios nos hizo buenos, pero no podemos negar que tenemos limitaciones. Somos luz y oscuridad, gracia y pecado, vida y muerte. Esta realidad es innegable. Por eso debemos estar atentos y ser críticos ante nuestros criterios, juicios, impulsos, deseos, ideas, interpretaciones de la realidad, etc., para descubrir cuáles nos acercan y cuáles nos alejan del amor, de Dios, de la plenitud. No se puede afirmar que todos nuestros deseos, impulsos, criterios... son todos y siempre contrarios a Dios. Si así fuera no tiene caso hacer discernimiento, bastaría con hacer siempre lo contrario a estos deseos, impulsos, criterios para cumplir la voluntad de Dios. Y tampoco podemos caer en la postura ingenua e irresponsable de afirmar que todos nuestros deseos, impulsos, criterios nos llevan a Dios.

No somos perfectos, pero somos perfectibles, vamos en un proceso de integración, de liberación, de salvación. Y esto implica irnos despojando de aquello que nos estorbe, nos esclavice. Despojarnos interna y externamente, personal y comunitariamente debemos buscar, encontrar los elementos que obstaculizan nuestra vida plena, la voluntad de Dios. En este sentido, debemos guardar una actitud crítica ante la ley. Las leyes se generan e instituyen para ayudarnos a seguir el camino correcto de humanización; pero cuando cualquier ley deja de servir para ese fin es necesario quitarla y generar otra más iluminadora e impulsadora.

f. La clave de la vida cristiana es conocer a Jesús, porque entre más lo conocemos más los amamos y entre más lo amamos más lo seguimos. Conocer sus sentimientos, sus pensamientos, deseos, proyectos, ideales, esperanzas, preocupaciones, etc. Ser cristiano no es sólo luchar por la justicia, la paz, la fraternidad. Es eso y más: amar a Dios. Este amor debe ser la fuente de todo lo que hacemos o dejamos de hacer.

Conocerlo significa relacionarme con él como mi hermano, compañero, amigo; significa ir sintonizándome más con sus criterios, proyectos, impulsos, necesidades, juicios, valores, etc.: “Como hijos amadísimos de Dios, esfuércense por imitarlo, sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo que los amó a ustedes.” (Ef 5,1).

El discernimiento para que sea lo más auténticamente cristiano supone esta identificación con Jesucristo, supone que la persona vive ya un proceso y un compromiso de fe, supone ya un grado de amistad con Jesús. Y, al mismo tiempo, nos ayuda a avanzar en este encuentro personal con Jesús. El discernimiento cotidiano es un excelente medio para profundizar la cercanía con Dios. Este proceso de conocimiento pide poner en práctica todas mis capacidades físicas, psicológicas, afectivas, intelectuales, espirituales. Rezar, meditar, contemplar, reflexionar, estudiar, trabajar, dialogar, compartir, amar etc. son verbos que constantemente debemos practicar para avanzar en la identificación con Jesús.

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