Pascua en los EE


¿Qué objetivo tiene la cuarta semana? Por una parte, culminar la contemplación de los misterios de la vida de Cristo a quien el ejercitante se ofreció en respuesta a su llamamiento, participando en la gracia del resucitado, porque al seguimiento en la pena habrá de seguir el seguimiento en la gloria. Esta semana, al igual que la tercera, responde a la vía unitiva. Mira también a la confirmación de la elección hecha. Si la elección se ha realizado en la segunda semana, la tercera ha puesto ante el ejercitante la realidad de la pasión como elemento ineludible del seguimiento de Jesús en la elección hecha. Pero la cuarta semana le confirma con la participación en el gozo de Cristo resucitado, que es quien llama y alienta en el seguimiento. Y en el oficio de consolar que trae el Señor, el ejercitante puede sentirse confirmado en la opción hecha. Pretende también situar al ejercitante hacia su vida en la Iglesia, que es el lugar donde se sigue a Jesucristo. Cristo resucitado va con-vocando a la comunidad de los discípulos. La cuarta semana tiene, por ello, un marcado carácter eclesial. La Iglesia, y el creyente en ella, vive en contacto con su Señor, que se manifiesta, consuela y sigue llamando para participar con él en el servicio del Reino. En los evangelios, la pasión supuso la dispersión de los discípulos. Ignacio dirá que quedó “desamparado de sus discípulos” [291]. La resurrección convocará de nuevo a la comunidad, que quedará reconstruida en el Señor. En la comunidad de la Iglesia, Cristo vive y se manifiesta. Y en la comunidad, los discípulos se sentirán enviados: “los envió por todo el mundo a predicar”
La petición marca siempre el sentido de la contemplación. Se pide ahora “gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor” [221]. El término gozo/gozar aparece cinco veces en el cuerpo de las contemplaciones de Cristo resucitado; y el término alegría/alegrarse, cuatro veces. El gozo y la alegría es don de Dios, al que el hombre sólo puede disponerse, porque “sólo es de Dios dar verdadera alegría y gozo espiritual” [329]. En el proceso de las contemplaciones de la vida de Cristo se pidió a lo largo de la segunda semana “conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre para que más le ame y le siga” [104]. Eso suponía pedir la gracia de un progresivo seguimiento desde el amor. En la tercera semana se pedía dolor con Cristo doloroso y quebranto con Cristo quebrantado, una identificación con el Señor doliente, también en el amor. Ahora se pide una participación en la alegría y el gozo de Cristo resucitado. La muerte no acabó con él y el ejercitante participa de la alegría de Cristo que triunfa sobre su muerte y sobre toda muerte. La participación en el dolor del Señor y en el gozo de la resurrección introducen en la vía de la unión. La alegría interna es uno de los elementos con los que Ignacio describe la consolación [316]. Esta alegría tiene como motivo al mismo Cristo resucitado que, con la muerte en la cruz ha vencido a la muerte, ha liberado a la humanidad y ha sido exaltado por el Padre, que en él ha realizado su proyecto de salvación. En la historia de la contemplación de la aparición a Nuestra Señora, se hace ver que Cristo bajó al infierno, de donde sacó a las ánimas justas. Es el símbolo de la nueva humanidad, nacida como fruto del amor de Cristo muerto y resucitado. El creyente necesita participar en el gozo y la alegría de Cristo resucitado, que le animará a seguir a Cristo crucificado.

Manuel Tejera, SJ, Diccionario de Espiritualidad Ignaciana.
Publicado por Agustín SJ en viernes 13 de abril de 2012 a las 15:45

No hay comentarios: