Dialogo de Jesús con la Samaritana (Oración)

DIÁLOGO CON PERSONAS

PREPARACIÓN
Busco un lugar donde pueda rezar en paz. Busco una posición corporal cómoda y relajada. Me tranquilizo, dejo serenar mi mente, interrumpo el proceso de pensar, me haga presente a mí mismo.

Primer Momento: PRESENCIA DE DIOS
Me pongo en presencia de Dios. Siento que DIOS me mira, me escucha, me conoce… me pongo en su presencia tal cual soy. Sin máscaras.

PETICIÓN
La petición será como la de la samaritana: ¡Señor, dame esa agua: así no tendré más sed!

Segundo Momento: ESCUCHO AL SEÑOR
Juan 4, 1-42: Diálogo de Jesús con la samaritana
Dos alternativas:
a) Leo el texto de evangelio lentamente. Me detengo donde encuentro gusto o donde encuentro algo que me inquieta.
b) Rezo con el texto del “Dame de Beber” (Jesús) al “Dame de esa agua” (Samaritana)

Composición viendo el lugar: nos adentramos en el pasaje…
El relato de Juan nos presenta a Jesús, quien cansado y sediento, se dirige al pozo de Jacob, cerca del Monte de Garizim y del Pueblo de Sicar, adonde llega también una mujer samaritana a la que pide que le dé de beber.
Al pedirle agua a la samaritana, Jesús le expresa que necesita ayuda, que depende de ella para solucionar una de sus necesidades básicas. Es Jesús quien ha iniciado la conversación colocándose en una posición inofensiva, por lo cual, la mujer no tiene por qué sentirse amenazada. Jesús apela a sus sentimientos de misericordia. Será la mujer misma la que le pide “Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla” (v.15). Es la mujer quien descubre que depende de Jesús para solucionar su necesidad básica y más profunda, una sed que tiene una causa más honda y que esta relacionada con el sentido de su existencia.
A partir de la simple petición de un vaso de agua, Jesús entabla una conversación que lleva a la mujer a que descubra que definitivamente Él tiene para ella y para la humanidad un don incomparablemente mejor.
La mujer le recuerda quien es cada uno (tu eres judío y yo una samaritana), y las barreras que hay entre los dos (v.9. Hoy, en nuestra conversión diaria pueden existir barreras que nos impiden dialogar con Jesús y nuestros hermanos.

Tercer Momento: COLOQUIO
Les propongo hacer una revisión de nuestra vida, a la luz de este texto, para tocar con las manos, con honestidad y valor, las faltas de coherencia, las faltas de fidelidad a Dios, y su búsqueda de seguridad aun a costa de perder identidad y relevancia, como la sal que ha perdido su sabor y no sirve sino para ser echada fuera y pisada. Para ello, tal vez no puede ayudar las siguientes preguntar:
- ¿cuáles son los nombres, los rostros de los sucesivos “maridos” con lo que he perdido el gozo, el encanto, la pasión?
- ¿dónde he tratado de apagar su sed? ¿A cuales aguas?

Cuarto Momento: EXAMEN DE LA ORACION
Trato de descubrir lo que pasó en el momento de la oración… Hacer examen, luego de la oración, es escuchar para aprender…. Escuchar lo que ocurre en mi interior, porque allí habla Dios.
Aprendemos a tomar distancia de los sentimientos, deseos, inclinaciones, para descubrir hacía donde nos llevan. Esto se llama DISCERNIR…



El encuentro de Jesús con la samaritana (Juan 4.1-41)

1 Cuando Jesús se enteró de que los fariseos habían oído decir que él tenía más discípulos y bautizaba más que Juan 2 –en realidad él no bautizaba, sino sus discípulos 3 dejó la Judea y volvió a Galilea. 4 Para eso tenía que atravesar Samaría.
5 Llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. 6 Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. 7 Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber». 8 Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. 9 La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. 10 Jesús le respondió:
«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva».
11 «Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? 12 ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?». 13 Jesús le respondió:
«El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, 14 pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna».
15 «Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla». 16 Jesús le respondió: «Ve, llama a tu marido y vuelve aquí». 17 La mujer respondió: «No tengo marido». Jesús continuó: «Tienes razón al decir que no tienes marido, 18 porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad». 19 La mujer le dijo: «Señor, veo que eres un profeta. 20 Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar». 21 Jesús le respondió:
«Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. 22 Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
23 Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. 24 Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».
25 La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo». 26 Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo». 27 En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: «¿Qué quieres de ella?» o «¿Por qué hablas con ella?». 28 La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: 29 «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?». 30 Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro.
31 Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: «Come, Maestro». 32 Pero él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen». 33 Los discípulos se preguntaban entre sí: «¿Alguien le habrá traído de comer?». 34 Jesús les respondió:
«Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra. 35 Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega.
36 Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha comparten una misma alegría. 37 Porque en esto se cumple el proverbio: “Uno siembra y otro cosecha”. 38 Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos».
39 Muchos samaritanos de esa ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que hice». 40 Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos días. 41 Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra. 42 Y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo».

DIALOGO CON PERSONAS: del “Dame de Beber” (Jesús) al “Dame de esa agua” (Samaritana) – Juan 4, 1-42:

El relato de Juan nos presenta a Jesús, quien cansado y sediento, se dirige al pozo de Jacob, cerca del Monte de Garizim y del Pueblo de Sicar, adonde llega también una mujer samaritana a la que pide que le dé de beber.
Al pedirle agua a la samaritana, Jesús le expresa que necesita ayuda, que depende de ella para solucionar una de sus necesidades básicas. Es Jesús quien ha iniciado la conversación colocándose en una posición inofensiva, por lo cual, la mujer no tiene por qué sentirse amenazada. Jesús apela a sus sentimientos de misericordia. Será la mujer misma la que le pide “Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla” (v.15). Es la mujer quien descubre que depende de Jesús para solucionar su necesidad básica y más profunda, una sed que tiene una causa más honda y que esta relacionada con el sentido de su existencia.
A partir de la simple petición de un vaso de agua, Jesús entabla una conversación que lleva a la mujer a que descubra que definitivamente Él tiene para ella y para la humanidad un don incomparablemente mejor.
La mujer le recuerda quien es cada uno (tú eres judío y yo una samaritana), y las barreras que hay entre los dos (v.9). Hoy, en nuestra conversión diaria pueden existir barreras que nos impiden dialogar con Jesús y nuestros hermanos.
La mujer ironiza con el cántaro que supuestamente debería tener Jesús para sacar el “agua viva”. ¡No tienes cántaro con qué sacar el agua y el pozo es hondo (…) ¿dónde tienes esa agua viva?. Si Jesús no tiene o no necesita un cántaro, entonces ¿su fuente de agua viva está a flor de tierra? ¿O va Jesús, a cavar un pozo nuevo que supere en abundancia el pozo de Jacob?. La samaritana se ha burlado de Jesús. (vv. 11-12). Hoy, la cultura actual se burla también de los valores del evangelio y nos presenta valores falsos que fascinan y espejismos que deslumbran: dinero, poder, sexo, fama, prestigio, etc.

La sed y el agua de los hombres
La mujer viene al pozo todos los días, buena parte de su vida la emplea en este trayecto: de su caza al pozo y del pozo a su casa. La ida al pozo representa un círculo vicioso al que esta obligada de por vida: siempre tendremos necesidad del agua, porque por más que bebamos siempre tendremos sed. Por mas que queramos no podemos apagar la sed de una vez por todas, asegurándonos así la vida. Debemos beber siempre de nuevo: Jesús así lo dice: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed” (v.13). Aún la mejor agua del mundo no hará más que mantenernos vivos en cuanto dura esta vida terrena. Sobre esta base, Jesús nos lanza su propuesta de dar un “Agua Viva”. La reacción final de la mujer demuestra que ésta finalmente quedó desarmada en sus objeciones y quedó antojada del aquel don que Jesús le promete. Por eso la mujer le dice: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga mas sed y no tenga que venir aquí a sacarla” (v.15).

El “Agua Viva” y el “Don” de Jesús
Ahora podemos comprender junto con la samaritana a dónde está queriendo llegar Jesús. Él afirma que tiene algo distinto para dar: la vida en plenitud. Jesús llama a su don “agua viva”. Entendemos que no se trata de un agua que dé la vida, sino que es Agua Viva. Esa agua es como una fuente que mana con tal fuerza, que puede apagar la sed de una vez por todas y dar la vida eterna: “El que beba de esta agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él fuente de agua que mana para dar vida eterna”(v.14).

La enseñanza de Jesús es clara: así como para la vida terrena dependemos del agua natural, así para la vida eterna dependemos del don de Dios. Pero para poder recibir este don de Dios hay dos condiciones. Primera condición: entender lo que verdaderamente es este don: “Si conocieras el don de Dios” (v.10). Segunda condición: reconocer la identidad profunda de Jesús: “Si conocieras QUIEN ES el que te dice…”. En don de Dios viene del encuentro con Jesús. Y en ese encuentro ¿Qué es lo que Jesús tiene para ofrecerme?

Una vez que la samaritana suplica el don del Agua Viva, Jesús, mediante un aparente cambio de tema, le da una nueva dirección a la conversión. El tema ya no es le agua sino la mujer misma. Esta es la manera concreta como, después de haberla antojado del agua viva, Jesús comienza a darle de beber.
¿Cómo lo hace? – Jesús le demuestra que la conoce. Este conocimiento va en dos direcciones. Jesús revela la verdad de su vida. Esto impresiona a la mujer y lleva a descubrir la identidad de Jesús.

Jesús le revela la verdad de su vida
La mujer ya ha dicho que no quiere seguir en el círculo vicioso de idas y venidas del pozo. Sin embargo, Jesús la pone hacer un nuevo viaje de ida y venida, sólo que esta vez el itinerario es al contrario, el destino es su casa: “Ve, llama a tu marido y vuelve aquí” (v.16). La respuesta es breve: “no tengo marido” (v.17). Jesús le responde ampliando la información y demostrándole que él lo sabe todo: “Has tenido cinco marido y el que ahora tienes no es marido tuyo” (v.18). Al mismo tiempo reconoce la sinceridad de la mujer. De esta manera Jesús le muestra que la ida diaria al pozo es lo de menos en su vida… Jesús le muestra que ella tiene una vida de mucha soledad, muy agitada y difícil… su verdadera sed es la del autentico y verdadero amor.
La mujer no está bien, ella misma lo reconoce: “no tengo marido”. Queda todavía por saber cómo va a reaccionar.

La mujer descubre la identidad de Jesús
Nuestro relato no está interesado en las cuestiones morales de la mujer sino en el hecho de que Jesús conoce bastante bien su realidad. La mujer queda profundamente impresionada, como ella misma dirá más adelante, este es justamente el momento que quedará en su memoria de todo el encuentro: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho” (v.29).
La misma mujer que se burló de él cuando le dirigió la palabra, que le lanzó una ironía cuando le habló del agua viva, es la misma que ahora se admiro de Él (v.19). Ella ya venía sintiendo que se encontraba delante de alguien especial. Dado que Jesús conoce bien cómo esta su vida privada y todo lo que ha hecho, la mujer comienza también a saber quién es Él y lo llama “Profeta” (v.19). Ya no es “el Judío”, ahora es el “Profeta” aquel que ve su vida con la mirada de Dios y la interpreta.



La fe de la samaritana
La mujer a dejado el cántaro y “corre a la ciudad” y le “anuncia a la gente”. La samaritana se convierte en apóstol que va a tocar las puertas de las casas de Sicar para predicarles lo vivido. El comportamiento de la mujer no es nuevo en el Evangelio, ella imita a los primeros discípulos que comparten con otros lo que han encontrado: “Hemos visto al Mesías” y de esa manera los atraen hacia Jesús. También la samaritana lleva a los otros a creer.
El texto también subraya, el éxito de la misión de la mujer: “Salieron de la ciudad e iban a su encuentro”. Lo que empezó como una simple conversación privada, da por resultado, que todo el pueblo, a pleno mediodía, corra hacía el Jesús “Agua Viva”.

2 comentarios:

Unknown dijo...

DIOS, mas k nadie sabe como hace sus cosas, hoy mas k nunca lo he entendido, el dialogo de jesus con la samaritana, me mostro k la vida k tenia no era la k jesus queria para mi, ni era la k a mi me convenia, yo estaba en el lugar equivocado, y en medio del dolor y la miseria por la k estaba atravezando, me tomo de su mano y me dio de beber, del agua viva del agua k yo necesitaba, DIOS gracias por tu infinita misericordia.

MJ dijo...

Yo soy esa mujer