Los vínculos entre las personas (Oración)

Llamados a reflejar en nuestros vínculos el amor de un Dios
que es comunidad de personas


“Fijarme cómo Dios me mira”: antes de empezar tu oración, tomá conciencia por algunos minutos de la mirada de Dios sobre vos, sobre tu vida, sobre tus afectos. Sentí en lo profundo del alma que esa mirada te levanta, te ama incondicionalmente, no tenés que agradarle ni hacer cosas para que te ame. Ese Dios Trinidad te mira y mirándote, te ama. En este momento.

Petición: Pedile a Dios la gracia de crecer en vínculos sanos, maduros y respetuosos.

Te propongo una lectura serena del texto y quedate ahí donde encuentres “gusto”. Después hablá con el Señor y escuchalo…

Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Esta verdad es tan honda que nunca profundizaremos lo suficiente. Miremos un momento a Aquel de quien hemos tomado esa imagen y semejanza. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu son PERSONAS. Se utiliza el término persona para describir el ser, la realidad de la Trinidad, de esa comunicación recíproca entre el Padre y el Hijo que engendra al Amor. Y lo propio de la persona es darse, donarse. Son seres espirituales, son vínculo. Lo profundo de Dios son nociones que dicen RELACIÓN. Entonces podemos deducir que la lógica, en la persona es la COMUNICACIÓN. Comunicación que en Dios es derramamiento. Dios ha querido desbordarse hacia fuera en el Hijo. Por eso se encarnó. Dios ha querido tener más hijos, por eso nos envía al Espíritu y al Hijo para que nos vinculemos con el Padre.
Si somos imagen y semejanza de tal Dios no podemos pasar el tema de los vínculos, de las relaciones, de nuestra comunicación como algo secundario en nuestro camino.
Dependemos completamente de nuestros vínculos. Antes de nacer, ya somos amados. Antes de hacer operaciones inteligentes ya somos amados, recibimos amor. De Dios, de nuestros padres. Dependemos de un amor generoso, primario, absoluto. Ese Amor es sumamente necesario para la madurez personal. El proceso de hacerse persona se da siempre frente a otro. Estamos llamados a vincularnos para desplegar lo mejor de nosotros mismos y repetir ese proceso en la vida de otras personas ya que los vínculos nos ayudan en la construcción de la identidad personal. Por ello, la educación es capacitar a la persona para vincularse desde el amor. Necesitamos que nos amen incondicionalmente para poder generar con otros relaciones libres, vínculos maduros y no egoístas. Solo así, la persona crece, cuando se da, cuando ama y se deja amar.
Podemos preguntarnos entonces: ¿cómo me vinculo con el otro en la variedad de encuentros habituales y cotidianos? El encuentro con el otro, ¿es un modo de amarlo o un modo funcional, indiferente, rutinario de comunicarme? Juan nos dice en su primera carta: “el que dice “amo a Dios” y no ama a su hermano, es un mentiroso”. ( 1Jn 4,20)
El amor se expresa en el trato que le damos a los demás. Por la comunicación y el vínculo con el otro, podemos ir reconociendo que, como persona, tengo que ser expresión de amor. El trato al prójimo condensa la expresión del amor en la persona.
¿Cómo “hacer florecer” en nosotros esa imagen y semejanza de un Dios que es Persona y que comunicándonos Amor se comunica Él mismo? ¿Cómo plasmar en mis vínculos personales ese amor de Dios derramado? Veamos algunas expresiones:

Mansedumbre y humildad: “Aprendan de mi, porque soy manso y humilde de Corazón, y así encontrarán alivio” (Mt 11,29). La humildad y la mansedumbre favorecen el trato con el prójimo y, por eso, también la presencia del amor de Dios en nuestros encuentros. No es difícil recibir al sencillo, al humilde. No se necesitan levantar las defensas del propio yo ante una persona así. El humilde no es altanero ni pretencioso y por la mansedumbre se hace accesible a los demás. La humildad y la mansedumbre alejan el temor, la desconfianza y facilitan el encuentro y el diálogo.

La bondad y la cordialidad: “Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sosténganse unos a otros y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo” (Col 3, 12-13) . La bondad permite experimentar la afectuosidad del amor y de la persona. Mediante el afecto, invita a otro a sentirse recibido, amado, bien tratado. Uno mismo se siente más bueno cuando trata “buenamente” a los demás.

La paciencia y el servicio: “Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido…con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sosténganse mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del espíritu con el vínculo de la paz…” (Ef 4, 1-3) La paciencia le permite al amor sostener al otro. Ser el soporte del otro. La paciencia es necesaria para mantener la unidad de los vínculos. Ser paciente es saber esperar con paz y sin agredir el triunfo del amor ante las dificultades de la vida o de los vínculos con las personas. Y la paciencia es también la virtud del servidor, está vinculada con la servicialidad, que supone estar a los pies de los demás. A los pies de sus necesidades, de sus triunfos y de sus caídas, de sus grandes alegrías y de sus dolores más hondos. A ejemplo de Jesús.

Algunos ejemplos tomados del evangelio, que nos muestran a un Jesús que sabe relacionarse, que es un hombre lleno de vínculos amorosos, sanos, libres y profundos. Mirándolo a Él, miremos los nuestros…dejemos que él sea espejo y modelo:

Marta y María, trabajo y oración
Lucas nos cuenta aquel ligero descanso de Jesús en casa de los aquellos hermanos. No nos narran los evangelistas como surgió esa amistad, pero el clima que se describe es afable, los lazos de amistad debían llevar un cierto tiempo. Todos actúan con naturalidad. No se percibe ni el nerviosismo previsible en las visitas de algún personaje importante, ni la curiosidad o el recelo ante el desconocido, menos aún la frialdad ante la presencia de alguien que se considera inoportuno. Marta y María actúan y se mueven con sencillez.

Lázaro de Betania
Si antes de la resurrección podían designar a Lázaro como el que ama Jesús. ¿Qué dirán después? Lázaro querría a Jesús y creería en Él más aún que antes. Sentiría una mezcla armoniosa de amistad y respeto muy sobrenatural y muy humana. Gran respeto porque le había hecho atravesar la puerta de la muerte volviendo a la vida, gran amistad porque le consta que lloró por él. Conocería con mayor profundidad y clara experiencia el amor de Jesús: "me quiere como Dios y como Hombre". "Es mi Amigo Todopoderoso". La amistad entre los dos alcanza un nivel difícil de explicar, pues es agradecimiento, querer corresponder, fe total, adoración en el sentido más estricto. Le quiere a Jesús como lo que es, como Dios y como Hombre. Y se siente querido, experimentando el amor divino capaz de resucitar y el amor humano captado por todos cuando decían: mirad como le amaba.

Los dos en Emaús recuperan la esperanza
La Pasión de Jesús conmocionó enormemente a sus discípulos. Oyen las palabras de Jesús, pero no acaban de creérselas. Su fe era poco sobrenatural. Los de Emaús son una muestra muy clara del estado de ánimo de la mayoría el día de la resurrección. Han perdido la esperanza y se vuelven a sus casas, porque su fe era insuficiente. Están tristes, como desencantados. Jesús actúa con gran sabiduría. No se manifiesta deslumbrante con su cuerpo glorioso, sino que quiere conseguir su recuperación poco a poco. No habla Jesús con reproches sino con el gozo íntimo de la victoria consumada. Jesús los entusiasma, aunque al principio estuviesen fríos y reticentes; poco a poco se iría elevando la temperatura espiritual y la luz se iría haciendo en sus mentes mientras volvía el fuego a sus corazones. Al hilo de la conversación llegaron a Emaús por la bien preparada calzada romana, es entonces cuando Jesús tiene un detalle pequeño, pero muy revelador de como Nuestro Dios respeta la libertad del hombre. Ellos están a gusto con el desconocido y quieren más saben estar a la altura de las circunstancias, pues le dicen a Jesús: Quédate con nosotros. Se termina el trayecto al encontrar la aldea, y aquellos dos que -sin darse cuenta- han sido heridos en lo hondo de su corazón por la palabra y el amor de Dios hecho hombre, sienten que se vaya.

Examen de la oración: Después de haber rezado, volvé la mirada sobre los movimientos interiores que has tenido. ¿cuáles fueron? ¿qué ha prevalecido?¿qué pensamientos y sentimientos te han traído paz, alegría, ánimo, deseos de mejorar tus vínculos? Y por el contrario, ¿cuáles te han dejado inquietud, turbación, tristeza?

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